El gol más gritado en los últimos 30 años (quizás más) en Perú fue el de Jefferson Farfán a Nueva Zelanda el 15 de noviembre de 2017, el que abrió el marcador y puso a la selección peruana en el Mundial de Rusia. Fue un grito enloquecido, de euforia, de júbilo.
El gol de André Carrillo a Australia, el primero de Perú en el Mundial, no fue tan gritado. No hubo arrebato o frenesí como en el repechaje, pues la selección peruana ya estaba eliminada de la Copa del Mundo, pero fue celebrado de manera especial, con lágrimas de emoción por el festejo que los hinchas peruanos tuvieron atragantado durante 36 largos años.
Fue también una celebración casi nostálgica, con aroma a adiós, porque se acaba un sueño que se hizo realidad. Entre el día en que la selección peruana clasificó al Mundial y el 16 de junio de este año, cuando debutó contra Dinamarca, Perú vivió en un ambiente de fiesta permanente que ni siquiera la renuncia del presidente del país empañó. Durante siete meses, Perú fue un país optimista y alegre. Se respiraba Mundial por todas partes.
Solo hubo una mancha durante ese soleado periodo de sonrisas y grandes expectativas: el castigo de 14 meses a Paolo Guerrero, el jugador más querido de la selección. La suspensión se vivió como un drama en Perú, como si los hinchas peruanos se hubieran quedado huérfanos sin su capitán. Cuando las esperanzas casi se habían extinguido, la noticia de que Guerrero podría jugar en Rusia se celebró como si Perú hubiera vuelto a clasificar al Mundial. El país volvió a ser una fiesta.
Por eso, su gol contra Australia, el segundo de Perú, fue celebrado como el de la reivindicación, como la justa recompensa a un hombre que luchó como lo hace en la cancha defendiendo la camiseta peruana, hasta la última gota de sudor. El hincha peruano no se conformaba con el 1-0, quería el 2-0 no solo para asegurar el partido, sino también porque esperaba el gol del capitán. Se lo merecía.
El ambiente de fiesta se agrió con la derrota ante Dinamarca en el debut. Fue una caída amarga y dolorosa porque Perú, superior a su rival, tuvo todo para llevarse la victoria. Sin embargo, aún había esperanza ante la favorita Francia. La nueva derrota apagó la música y el baile.
La antesala del partido contra Australia se vivió de manera muy diferente en Perú. Incluso un día antes se habló más la cinematográfica definición del grupo de España y Portugal, con VAR incluido en los minutos finales, que del duelo contra los australianos.
Sin embargo, pese a ya no jugarse la clasificación, la selección peruana tenía un último reto: despedirse de un Mundial con un triunfo. Con su 2-0 sobre Australia, la selección peruana por primera vez en su historia le dice adiós a una Copa del Mundo con una victoria. Además, la última vez que había ganado un partido mundialista fue hace 40 años (4-1 sobre Irán).
La incondicional hinchada peruana merecía gritar un gol. El último lo había convertido Guillermo La Rosa en la triste derrota ante Polonia (1-5) en España 82. Perú tenía que cambiar la historia. Y lo hizo.
Perú se va de Rusia con la desazón de no haber clasificado a octavos de final siendo más equipo que Dinamarca. No fue capaz de traducir su superioridad en goles y ahora retorna prematuramente a Lima. Pero lo hace con la cabeza en alto y un país agradecido con sus jugadores y el profesor Ricardo Gareca por haber hecho realidad un hermoso sueño. (International Press)
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