Desde hace más de 30 años, de manera ininterrumpida, una escuela de primaria en la ciudad de Iwaki, prefectura de Fukushima, recibe tarjetas prepago para adquirir libros.
Cada primer día del mes, llega al colegio Watanabe un sobre con tarjetas Tosho por un valor de 2.500 yenes (22 dólares) por parte de un anónimo benefactor, revela Asahi Shimbun. Preciso como un reloj.
Los sobres no contienen ningún mensaje ni el menor indicio que indique quién es el remitente.
Gracias a su generosidad, la escuela de 78 alumnos tiene una biblioteca con más de 1.000 libros.
El director del colegio, Makoto Horibe, declara a Asahi que no tiene ni idea de quién es el donante. ¿Quizá un exalumno? No lo sabe.
El aporte nunca ha dejado de llegar, ni siquiera tras el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011. Los matasellos son de diversas oficinas de correos.
La escuela junta las tarjetas hasta por un valor de unos 100.000 yenes (882 dólares) para luego hacer compras al por mayor de libros.
Entre las últimas publicaciones adquiridas figura «Kaiketsu Zorori», una popular serie de libros infantiles comprada por petición de los mismos alumnos.
En una reunión, el director recomendó a los niños que lean libros para que lleguen a ser “personas afectuosas, personas que comprenden varias cosas». Un estudiante de once años expresó su gratitud y alegría por las donaciones, y destacó que está aumentando el número de niños que leen.
Horibe espera recibir algún día un número de teléfono u otra información de contacto del donante. «Me gustaría agradecerle cara a cara». (International Press)
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