Ramón Abarca / EFE
La amenaza bélica de Corea del Norte ayudó en 2017 al primer ministro de Japón, Shinzo Abe, a revalidar su liderazgo por tercera vez consecutiva, en medio de una racha de crecimiento económico y euforia de los mercados.
El estratega primer ministro apostó fuerte y convocó unas elecciones anticipadas -sin ninguna razón aparente- el 22 de octubre, un año antes de lo previsto, lo que pilló a la oposición muy débil y le permitió arrasar una vez más en las urnas.
Abe, que va camino de convertirse en el primer ministro más duradero de la historia de Japón, ha reconocido que usará el amplio respaldo electoral recibido para emprender «medidas contundentes» frente a la amenaza de Corea del Norte y para ultimar su ambiciosa estrategia económica conocida como «Abenomics».
Las tensiones con Pyongyang por sus persistentes ensayos de misiles y nucleares ha dominado el panorama político de Japón durante 2017, una situación que el político de 63 años ha declarado como «la más grave desde el final de la II Guerra Mundial».
Corea del Norte ha realizado en total 20 ensayos de misiles y un test atómico este año y ha conseguido varios como hitos como el de probar con éxito su primer proyectil de medio alcance con combustible sólido (lo que permite un lanzamiento más rápido y difícil de detectar) o el de haber disparado su primer proyectil intercontinental, capaz de alcanzar EEUU.
La preocupación en Japón se ha disparado, además de por tener a un vecino cada vez más armado y con la pretensión de convertirse en una potencia nuclear, por el hecho de que en varias ocasiones los misiles de prueba del régimen norcoreano hayan sobrevolado Japón sin previo aviso.
Ante la tensa crisis con Corea del Norte, Abe ha apostado por cerrar filas con el beligerante presidente estadounidense, Donald Trump, con el que el líder nipón se ha reunido ya en 5 ocasiones y con quien coincide en la apuesta por aplicar la mayor presión posible sobre el régimen de Kim Jong-un, sin descartar incluso el uso de la fuerza.
El hábil primer ministro basó su campaña en la amenaza norcoreana y en la necesidad de un Gobierno fuerte para hacerle frente, algo que caló en los votantes japoneses.
El conservador PLD (Partido liberal Democrático) de Abe volvió a arrasar, como ya hiciera en los comicios de 2012 y 2014, al conseguir junto a sus socios de Gobierno, los budistas de Komeito, una supermayoría de dos tercios en la Cámara Alta del Parlamento.
Estos resultados fortalecieron al nacionalista líder nipón y han consolidado su ambicioso mandato, el más estable de la política nipona desde el periodo del carismático Junichiro Koizumi, que gobernó de 2001 a 2006.
Su sólida victoria despeja el camino para que Abe afronte una de sus prioridades políticas: la reforma de la Constitución pacifista de Japón, una controvertida iniciativa destinada a ampliar las competencias en materia de defensa del país y que permitiría a las tropas niponas ser más activas en el exterior.
A pesar de la fortaleza de los conservadores nipones, este proceso será complicado pues para modificar la Carta Magna es necesario contar con el respaldo de dos tercios del Parlamento y ratificar la medida en un referéndum nacional, y una amplia parte de la sociedad nipona se ha mostrado en contra de la medida.
Además de un momento de estabilidad política, Abe ha visto como su agresiva estrategia de estímulos, conocida como «Abenomics», está dando sus frutos deseados, y en este contexto el primer ministro justificó la convocatoria electoral de este año para aplicar las últimas fases de su plan.
Japón ha registrado en 2017 su período de expansión económica más prolongado en once años, además de mantener la tasa de desempleo en el 2,8 por ciento, su mínimo desde 1994, aunque la tercera economía mundial aún afronta una serie de desafíos estructurales que Abe pretende subsanar en su nueva legislatura.
Este ha sido asimismo un año de euforia en la Bolsa de Tokio, que ha alcanzado niveles inéditos en las últimas dos décadas, gracias a la confianza de los inversores en los sólidos beneficios corporativos y la continuada debilidad del yen, que ha logrado impulsar al potente sector exportador nipón.
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