Antonio Hermosín / EFE
El emperador Akihito recibe esta semana a Felipe VI en un momento de incertidumbre para la monarquía japonesa debido al deseo manifiesto de abdicar del soberano nipón, quien tendrá que esperar a que se lleve a cabo una compleja reforma legal.
Akihito, de 83 años, expresó el pasado agosto su deseo de abandonar el cargo debido a su edad y su salud, pero por ahora se desconoce cuándo podrá ceder el Trono de Crisantemo al heredero, Naruhito, ya que la ley que rige la Casa Imperial japonesa no contempla la sucesión en vida.
Mientras el Gobierno nipón estudia cómo proceder para modificar la normativa y allanar el terreno para la salida de Akihito, el emperador recibirá el miércoles en el Palacio Imperial de Tokio a Felipe VI, quien accedió precisamente al trono tras la renuncia de su padre, Juan Carlos I.
Akihito y la emperatriz Michiko, de 82 años, pertenecen de hecho a una generación similar a la de Juan Carlos I y Sofía, mientras que el Rey Felipe y la Reina Letizia son aproximadamente una década más jóvenes que Naruhito (57) y su mujer, la princesa Masako (53).
Debido a su avanzada edad, el emperador nipón ha reducido de forma progresiva su participación en actos públicos, algo que también ha afectado a la planificación de la agenda oficial para la visita de la pareja real española.
Akihito y Michiko participarán en la ceremonia de bienvenida prevista en la mañana del miércoles en el Palacio Imperial y en una cena ofrecida en la residencia de los emperadores, y acompañarán a Felipe y Letizia el viernes en su visita a la ciudad de Shizuoka.
El emperador cuenta con una salud muy frágil desde que en 2012 fuera operado del corazón, intervención que se suma a la de cáncer de próstata en 2003. Esto le obliga a realizar descansos durante eventos que requieran cierto esfuerzo físico, e incluso le ha llevado a cancelar varios actos durante los últimos meses.
Pese a esta delicada situación, por ahora no se vislumbra que Akihito pueda convertirse en «jokou» (emperador retirado) antes de 2020, señaló a Efe el experto en la Casa Imperial nipona Akira Hashimoto.
«Se necesita mucho tiempo para este cambio», destacó Hashimoto sobre el procedimiento para modificar la normativa de sucesión, que actualmente está en fase de estudio por parte un comité de expertos designado por el Gobierno y cuya última fase sería su aprobación parlamentaria.
Durante su histórico mensaje televisado del pasado 8 de agosto, el emperador afirmó que padece «muchas limitaciones» y que ha sentido «un declive en su estado físico», por lo que le será difícil «seguir asumiendo responsabilidades importantes», en un discurso que sorprendió y conmovió a los nipones.
Estas ambiguas palabras fueron una de las raras ocasiones en que el emperador expresaba sus sentimientos personales al pueblo, y «venían a decir que es un humano y no un robot, y que quiere dejar su puesto a su sucesor mientras esté vivo», señaló Hashimoto, autor de varios libros sobre la monarquía nipona.
Otros analistas nipones consideran que el Ejecutivo debería facilitar el cumplimiento de los deseos de Akihito para garantizarle una salida digna, lo que sucedió con otras abdicaciones recientes en monarquías europeas como las de Alberto II de Bélgica y Beatriz de los Países Bajos, ambas en 2013.
Por otra parte, el proceso legislativo necesario para posibilitar la abdicación en vida también podría abrir la puerta a otras eventuales modificaciones, como permitir el acceso de mujeres al Trono de Crisantemo, una cuestión abordada anteriormente y que no llegó a cuajar.
En cualquier caso, de producirse, la abdicación de Akihito sería la primera en la línea sucesoria imperial nipona desde la del emperador Kokaku en 1817.
Sin embargo, se trata de una práctica frecuente en la historia de la dinastía reinante más antigua del mundo, ya que prácticamente la mitad de los 125 ocupantes que hasta la fecha ha tenido Trono de Crisantemo abdicaron en vida.
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