Todos los martes y jueves, a las 6 de la tarde, un grupo de niños extranjeros de educación primaria acuden a clases de una hora en el Centro de Educación de Shinjuku en Tokio. A las 7 de la noche es el turno de los chicos de secundaria, cuya clase dura dos horas.
Los sábados, durante tres horas, también asisten a clases estudiantes de segundo o tercer año de secundaria.
Los menores proceden de países como China y Tailandia, y profesores japoneses les enseñan materias como matemáticas o inglés. Algunos estudiantes tienen escaso dominio del japonés.
25 profesores enseñan a diez alumnos de primaria y 25 de secundaria, revela Mainichi Shimbun.
El programa se llama «Kodomo kurabu Shinjuku» y es un proyecto conjunto de la organización que apoya a niños Minna no Ouchi y el municipio de Shinjuku.
Su objetivo es que los menores sean admitidos en los koko que gestiona el gobierno de Tokio, menos caros que los privados.
Se inició en 2007, centrándose en la enseñanza de inglés y matemáticas, que requieren poca manejo del idioma japonés. Alrededor de 100 estudiantes han pasado por sus clases.
“El club se trata de crear un lugar al que pertenezcan. Este lugar no se trata solo de estudiar, nuestra misión también es ayudar a los niños a integrarse a Japón».
Uno de ellos es un joven de 20 años nacido en Myanmar que actualmente trabaja para un fabricante de camiones. Llegó a Japón con su familia cuando tenía 6 años y solicitaron la condición de refugiados. Luego migró a Tailandia con su madre y retornó a Japón a los 12, cuando su padre fue reconocido como refugiado por el gobierno japonés.
Estudiaba japonés 15 horas a la semana en las clases de Kodomo kurabu y en otro grupo de apoyo. Paralelamente, asistía a una escuela de secundaria.
Más adelante, por recomendación de un profesor, estudió en la escuela técnica del fabricante de camiones para el cual ahora trabaja. Además de estudiar podía trabajar, y recibía una paga de la campañía. De esta manera podía ayudar a sus padres. Tras terminar sus estudios, se sumó a tiempo completo al fabricante de camiones.
Ya lleva ocho años en Japón desde que su familia se instaló definitivamente en el país. No tiene recuerdos de su país y su vida es Japón. «Quiero vivir en Japón para siempre, y convertirme en japonés», dice.
El programa tiene voluntarios. Uno de ellos es Hiroko Aizaki, una mujer de 65 años que debido el trabajo de su esposo en el rubro del comercio vivió mucho tiempo en el extranjero (Medio Oriente, Estados Unidos, etc.). Lleva diez años como voluntaria de Kodomo kurabu.
Aizaki explica que el club va más allá de enseñar japonés a niños que no pidieron venir a Japón y que, de pronto, están en un país cuyo idioma no entienden.
“El club se trata de crear un lugar al que pertenezcan. Este lugar no se trata solo de estudiar, nuestra misión también es ayudar a los niños a integrarse a Japón».
Como apunta Mainichi, Kodomo kurabu es un lugar donde voluntarios japoneses dan todo su apoyo a los actuales y futuros residentes permanentes de Japón.
Más de 40.000 ciudadanos extranjeros viven en Shinjuku, más que en cualquier otro municipio de Japón. Representan el 12 % de la población.
Los hijos de los extranjeros recién llegados toman un curso de 30 horas en japonés básico en instalaciones del municipio, y luego de 70 horas (50 horas para estudiantes de primer y segundo grado de primaria) en un nivel más avanzado.
El programa dura unos tres meses y las clases son impartidas por profesionales de la enseñanza del nihongo. A continuación, entran a tallar los voluntarios, que dan clases de 140 horas a lo largo de seis meses. (International Press)
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