María Roldán / EFE
Takata, el líder nipón de los airbags, está en una delicada situación financiera que amenaza con la bancarrota ante los costes multimillonarios y la pérdida de la confianza de los principales fabricantes de coches por sus dispositivos hinchables defectuosos.
Desde que en 2014 saltaran a la luz los problemas con sus airbags, que han obligado a llamar a revisión a más de 100 millones de vehículos en todo el mundo y han causado al menos 15 muertes, la compañía familiar que arrancó en los años 30 fabricando paracaídas ha perdido un 80 por ciento de su valor en Bolsa.
La situación se ha hecho casi insostenible en la última semana. La compañía está buscando un apoyo financiero para afrontar el coste del reemplazo de los malogrados airbags, pero la negativa a la propuesta de sus posibles licitadores de declararse en bancarrota estaría dificultando el proceso.
El asunto está impactando duramente en la cotización de Takata, cuyas acciones han caído más de un 38 % en Bolsa esta semana, sobre todo en las dos últimas jornadas, después de que se revelase esta condición del plan de rescate de los licitadores.
Takata ha intentado encontrar ayuda financiera de forma privada, pero pese a que los fabricantes de vehículos se mostraron inicialmente receptivos a los procesos extrajudiciales, la falta de acuerdo entre los accionistas, por considerar que harían frente a una carga de deuda excesiva, habría motivado la petición de mediación judicial.
Precisamente el viernes pasado Takata experimentó un avance bursátil tras conocerse que estaría a punto de alcanzar un acuerdo con la justicia de Estados Unidos para compensar los fallos de sus productos, un logro que quedó empañado por la acechante bancarrota.
Este nuevo giro no hace si no ahondar en la crisis en la que se encuentra inmersa Takata y que ha provocado que la compañía pierda casi una sexta parte de su valor bursátil en dos años.
El fallo, detectado en 2014, se localiza en los infladores de los airbags, concretamente en el encapsulado metálico en el que se aloja la bolsa de aire, que puede abrirse con demasiada fuerza y proyectar fragmentos a los ocupantes.
El defecto, del que Takata habría sido consciente una década antes de salir a la luz, se ha ligado al menos a 15 muertes.
La compañía tiene que hacer frente a gastos multimillonarios por el defecto, entre la sustitución de los dispositivos, las sanciones y la posibilidad de que los fabricantes de vehículos afectados por las mismas decidan no condonar parte de los costes derivados.
La avería afecta a más de 10 fabricantes de vehículos que instalaron los dispositivos en sus modelos, entre ellos están Nissan Motor, Mazda, Fuji Heavy o Honda, la más afectada, que han vetado el uso de los airbag de Takata en sus coches a raíz del problema.
El de los airbags no es el primer problema de este tipo al que se enfrenta la empresa, fundada como un negocio textil familiar en la prefectura de Shiga (oeste de Japón) por Takezo Takada en 1933.
Tras sus comienzos fabricando líneas estáticas para paracaidismo, en los cincuenta empezó a manufacturar cinturones de seguridad para automóviles y se convirtió de inmediato en líder del sector nipón, un mercado que para los ochenta ya se le había quedado pequeño.
En 1990 comenzó a producir airbags, un mercado que lidera junto a las estadounidenses Delphi y TRW o la sueca Autoliv, una de las principales interesadas actualmente en reflotar la compañía.
Ya en aquella década encaró la que por entonces fue una de las mayores operaciones de rellamada en Estados Unidos, debido a un problema con el cierre de sus cinturones.
Las autoridades de EE. UU., donde se han contabilizado once de las muertes, han endurecido especialmente su postura hacia la nipona, ya que considera que falsificó sistemáticamente datos claves de pruebas de seguridad de sus productos, «colocando beneficios y programas de producción por delante de la seguridad».
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