Abe y Putin recurren a la vía económica para superar sus diferencias

Sin embargo, no ceden ni un ápice en asuntos territoriales

Foto Kantei

Antonio Hermosín / EFE

Los líderes de Japón, Shinzo Abe, y Rusia, Vladímir Putin, apostaron el viernes por la vía económica para mejorar las relaciones entre sus países, a pesar de las sanciones que Tokio mantiene sobre Moscú y de su estancada disputa territorial por las islas Kuriles.


Abe y Putin volvieron a hacer gala de su buena conexión durante la segunda jornada de reuniones celebrada en Tokio, en la que sellaron la participación de empresas niponas en explotaciones energéticas rusas y la creación de una zona económica conjunta en las Kuriles.

En un comunicado conjunto, señalaron que su «entendimiento mutuo» supone «un paso importante» para dejar atrás el asunto de las cuatro islas Kuriles meridionales, ocupadas por Rusia al término de la Segunda Guerra Mundial y reclamadas por Tokio, lo que ha impedido que los países vecinos firmen un acuerdo de paz desde entonces.

Aunque coincidieron al calificar este contencioso de «anacrónico» y «negativo para sus intereses», ambos líderes dejaron claro que no piensan ceder ni un ápice en sus respectivas reclamaciones sobre la soberanía sobre las islas.


Putin señaló, en rueda de prensa, que la disputa territorial «no podrá resolverse pronto» y que por tanto las dos partes deben buscar «un arreglo», mientras que Abe subrayó que «la postura de Japón sobre los Territorios del Norte no ha cambiado».

La cuarta cumbre celebrada este año entre ambos mandatarios ha deparado así más resultados en clave simbólica que en términos concretos, y ha vuelto a poner de relieve el enfoque pragmático que estos líderes conservadores aplican a sus relaciones exteriores.

En primer lugar, Tokio y Moscú acordaron el desarrollo de actividades económicas conjuntas en las cuatro Kuriles del Sur en las áreas de pesca, turismo, sanidad y medio ambiente, así como flexibilizar los visados para que los varios millares de exresidentes nipones de estas islas puedan visitarlas.


Además, pactaron la participación de empresas niponas en las explotaciones de gas natural en la península de Guida, en el océano Ártico, un movimiento de especial valor para el país asiático, con una alta dependencia económica del exterior y que ya importa de Rusia una parte importante de su crudo y su gas.

El paquete de cooperación sellado entre Tokio y Moscú supone que Japón aportará inversiones por valor de unos 300.000 millones de yenes (2.436 millones de euros/2.538 millones de dólares), dijo un portavoz del Ejecutivo nipón.


Abe ha optado por estas medidas a pesar de las sanciones que impuso sobre Moscú junto a la comunidad internacional por anexionarse la península de Crimea en 2014 y apoyar a los separatistas prorrusos sublevados en el este ucraniano.

Estas sanciones, además de la «opacidad» del sistema legal ruso y la «corrupción» en este país, generan inquietud entre las empresas niponas e impiden que éstas realicen más actividades allí, según una encuesta llevada a cabo por la principal patronal nipona, Keidanren.

El propio Putin aprovechó su visita para tratar de tranquilizar al sector privado nipón y ofrecer buenas perspectivas sobre la economía rusa en un foro empresarial celebrado tras la cumbre.

«Mantener actividades económicas conjuntas nos permitirá establecer la confianza mutua», destacó durante su rueda de prensa con Abe el presidente ruso, quien también subrayó la «importancia estratégica» de este acercamiento.

La reunión de ambos líderes tuvo lugar en la residencia del primer ministro nipón, después del encuentro de carácter más íntimo que mantuvieron en la víspera en un balneario de Nagato, feudo natal del clan Abe, al suroeste de Japón.

Pese a que ambos se han reunido en dieciséis ocasiones durante los dos mandatos de Abe, la visita de Putin es la primera de un presidente ruso al país asiático en once años, y la primera reunión entre éste y un mandatario del G7 desde el conflicto de Crimea.

Tras sus reuniones con el primer ministro y empresarios nipones, Putin visitó el Instituto Kodokan de judo, un arte marcial en el que el político de San Petersburgo es cinturón negro, y a continuación tomó su vuelo de regreso a Rusia.

 

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