5.803 extranjeros que formaban parte de un programa de capacitación técnica en Japón desaparecieron en 2015, informó el Ministerio de Justicia nipón.
Existe preocupación entre las autoridades japonesas de que muchos extranjeros se hayan quedado en el país para convertirse en mano de obra en el mercado negro, según Japan Times.
Con 3.116, los chinos representaron más de la mitad de los desaparecidos, seguidos por los vietnamitas (1.705), birmanos (336), indonesios (250) y nepaleses (102).
Los chinos “desaparecidos” son contratados para trabajar en negocios relacionados con el turismo procedente de China, como guías turísticos o trabajadores de alojamientos para visitantes extranjeros.
En los últimos cinco años, el número de desaparecidos ha subido de manera sostenida hasta alcanzar una cifra récord en 2015 (1.534 en 2011; 2.005 en 2012; 3.556 en 2013; y 4.847 en 2014), en paralelo con la expansión del programa (el año pasado, bajo esta modalidad, ingresaron 192.000 extranjeros a Japón).
La revelación ha puesto nuevamente sobre la lupa el programa de capacitación técnica de extranjeros, seriamente cuestionada por encubrir prácticas de explotación laboral.
Los aprendices trabajan en sectores que los japoneses prefieren evitar, como la construcción o el procesamiento de alimentos.
Japan Times recoge las declaraciones de un funcionario de Inmigración que dice que algunos aprendices abandonan sus puestos en busca de mejores salarios. La situación es grave, manifiesta, y asegura que están tomando medidas para corregirla.
Pese a las críticas al programa, el gobierno planea ampliarlo ante el envejecimiento y reducción de la población japonesa.
Ippei Torii, director de una organización que apoya a los trabajadores extranjeros en Japón, afirma que el programa sigue siendo utilizado para proporcionar mano de obra barata a las empresas japonesas.
El problema es más grande de lo que aparenta, muchos extranjeros ni siquiera tienen la libertad para huir, añade.
Por su parte, el abogado especializado en temas laborales, Shoichi Ibusuki, subraya que en vez de ampliar el programa, el gobierno debería eliminarlo y sustituirlo por un sistema que reconozca los derechos de los extranjeros.
«El problema es que Japón actualmente no tiene un sistema para aceptar la mano de obra no calificada extranjera, por eso están utilizando aprendices, estudiantes extranjeros y aquellos cuyas visas se han vencido para cubrir la escasez de mano de obra. La situación se ha salido de control», advierte.
El abogado japonés dice que no se puede culpar a los extranjeros por escapar de un sistema que los obliga a trabajar en condiciones inhumanas. «Sus condiciones de trabajo son espantosas. Muchos ni siquiera reciben el salario mínimo, son objeto de hostigamiento y acoso sexual, y se ven obligados a trabajar horas excesivamente largas, sin vacaciones e incluso los fines de semana».
Las explotación laboral ya se ha cobrado víctimas mortales.
Hace poco el gobierno de Japón reconoció la muerte de un aprendiz extranjero como karoshi (muerte por exceso de trabajo). El filipino Joey Tocnang murió por un fallo cardiaco en 2014 a los 27 años, después de trabajar 122,5 horas extras mensuales en una empresa de fundición en Aichi. (International Press)
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