Inspirada por la bondad de una trabajadora deja atrás una vida marcada por una madre alcohólica
1 de cada 6 niños vive en situación de pobreza en Japón. El diario Yomiuri Shimbun ha publicado una serie de artículos sobre esta realidad. Una de esas historias la protagoniza una mujer de 20 años que cuando estudiaba en secundaria solía pasar casi todas las noches en un parque en Osaka.
La joven tenía casa, pero era como si no la tuviera pues su madre pasaba el día con su novio. Cuando la entonces adolescente retornaba de la escuela encontraba una casa vacía. No aguantaba la soledad, así que cada vez que sus amigas la llamaban en la noche para salir, se encontraba con ellas en un parque.
Eran unas ocho chicas que se juntaban a tomar ramen instantáneo, beber jugo y hablar mal de sus profesores y otros estudiantes. Así pasaban la noche.
El caso de la protagonista de la historia de Yomiuri no era aislado. La mayoría de su grupo provenía de hogares con madres solteras. La chica retornaba a su casa de madrugada, dormía apenas tres horas y luego se despertaba para ir a la escuela.
Su madre era alcohólica y adicta al pachinko. La mujer solía beber con sus “compañeros” de pachinko. Una chica de su escuela le dijo una vez “tu mamá borracha me ha molestado nuevamente”. Eso la hacía motivo de burla en el colegio.
Su mesada mensual ascendía a 3.000 yenes (24,84 dólares). A veces su mamá le daba 500 yenes (4,14 dólares) adicionales.
El parque era su refugio, el único lugar donde podía olvidar su penosa situación.
Cuando iba al parque, muchos extraños se le acercaban con maliciosas intenciones, algunos de ellos borrachos que la tomaban a la fuerza. Ella lograba escapar y pese a los riesgos nunca dejaba de ir.
La chica, alentada por la mujer, dejó de lamentarse y centró todo su esfuerzo en superar sus dificultades.
En la escuela se solía quedar dormida y sus notas eran malas. No parecía importarle mucho su pésimo rendimiento académico, pero todo cambió cuando llegó a tercer año de secundaria. Ver a todos sus compañeros de clases preocupados por ingresar a la preparatoria la inquietó. A ella le iba tan mal que era la última de su clase y se preguntaba si sería capaz de entrar a koko.
La chica no tenía con quién compartir sus inquietudes. Con su madre no podía contar y sus profesores solo tenían ojos y oídos para los estudiantes con reales aspiraciones de continuar sus estudios. «Ellos no tienen ninguna razón para escuchar mis problemas», pensaba.
Sin embargo, y por fortuna, una mujer apareció en su vida para cambiársela. Esta mujer trabajaba en un centro de bienestar infantil de su barrio y no solo escuchó sus problemas, también le dio esperanzas, la alentó para que intentara salir adelante.
Inspirada por la bondad de la mujer, la chica decidió que cuando fuese grande trabajaría en un lugar como ese y ayudaría a niños que estaban en su situación.
La chica visitaba el centro de bienestar infantil en las noches, donde charlaba con la mujer. La menor, pese a que ya tenía decidido que trabajaría para ayudar a niños, no se creía capaz de estudiar en la preparatoria.
La trabajadora del centro, sin embargo, intentaba convencerla de lo contrario: «Tienes que ir a koko a cualquier precio para tener una vida mejor».
El problema, el gran problema, era la falta de dinero. ¿Cómo estudiar sin plata? La mujer siempre le decía que no se preocupara, que siempre iba a estar a su lado.
La chica, alentada por la mujer, dejó de lamentarse y centró todo su esfuerzo en superar sus dificultades. Logró acceder a un préstamo y pese a su pobre rendimiento académico, consiguió ingresar a una escuela.
Una vez que empezó a estudiar, dejó de ir al parque y consiguió un trabajo a tiempo parcial en un puesto de takoyaki. Ganaba 60.000 yenes (497 dólares) al mes. Estaba dando pasos gigantescos para labrarse su propio camino y dejar de depender de su madre por completo.
Tras graduarse, consiguió otro préstamo para asistir a una escuela de formación profesional para cuidadores de niños y, las vueltas que da la vida, ha llegado a trabajar como voluntaria en el mismo centro donde trabajaba la mujer que tanto la ayudó.
Cuando retorna a su casa desde el centro, la chica pasa por el parque donde solía pasar las noches. Ver a niños ahí, solos, matando el tiempo, quizá sin lugar a donde ir, como ella hace unos años, la pone triste. Por chicos como ellos se esfuerza para establecer un sitio al que puedan ir y no tengan que pasar la noche en un parque. (International Press)
Increíble historia. Los «pobres» en Japón definitivamente son distintos a los pobres de mi país. De estudiar o trabajar…. ni hablar!!!