Trabaja en Yokohama y tiene 20 años de experiencia
Ojalá todos fueran tan comprensivos como Kenji Suzuki. Este hombre de 46 años, chofer de autobús en Yokohama, salió del anonimato gracias a un sencillo gesto de generosidad que mereció una nota en Asahi Shimbun.
31 de agosto. Suzuki estaba conduciendo cuando un niño se puso a llorar en el autobús. La madre y una amiga que estaba con ella intentaron calmar al bebé, que en vez de sosegarse empezó a chillar con más fuerza y sacudir sus piernas.
Para empeorar las cosas, la amiga se bajó en el camino, así que la mamá se quedó sola para enfrentar la embarazosa situación, que ya duraba unos diez minutos (que para la pobre mujer habrán sido larguísimos).
Quizá otro chofer habría reprendido a la mujer por no aquietar a su bebé, haciéndola sentir más avergonzada, pero Suzuki, viendo a la mamá desfallecer, en tono amistoso le dijo por altavoz:
«Okaasan, está bien. Los bebés son bebés, así que no se preocupe. Es probable que solo tenga sueño, hambre o necesite un cambio de pañal».
El asunto no habría trascendido si no hubiera sido por uno de los cerca de 15 pasajeros que había en el bus y que compartió la anécdota en internet.
Entrevistado por Asahi, Suzuki, que tiene 20 años de experiencia como conductor, dijo: «Pude ver que la madre estaba haciendo todo lo posible para tratar de calmar a su bebé para que no molestara a nadie. Me preocupaba que ella no quisiera volver a utilizar autobuses o trenes después de experimentar esa situación».
El gesto del chofer ha sido elogiado en las redes sociales, donde se destaca su profesionalismo y bonhomía. (International Press)