La historia eurocentrista está anticuada, sostiene
Tamara Gil / EFE
¿Dónde y cuándo comenzó la Segunda Guerra Mundial? Para un ciudadano de Occidente la respuesta está clara, el 1 de septiembre de 1939 con la invasión alemana de Polonia, pero hoy Oriente reclama un cambio: la historia eurocentrista está anticuada.
Cuando aún quedaban dos años para el supuesto detonante de la segunda guerra global que viviría la Humanidad, un fuego cruzado entre batallones chinos y japoneses en los alrededores de Pekín serviría de excusa a Japón para azuzar sus deseos expansionistas comenzando a invadir China.
En plenas tensiones tras la invasión nipona de Manchuria, el conocido como el «incidente del puente de Marco Polo», en julio de 1937, daría paso a una contienda que acabaría formando parte del Frente de China en la Segunda Guerra Mundial.
Hoy, los historiadores y el Gobierno del país asiático reivindican la importancia de ese menor -pero de gran simbolismo- enfrentamiento militar.
En palabras de Wang Jianliang, director del Instituto de Historia Moderna de la Academia china de Ciencias Sociales, es Japón «quien empezó la guerra de la invasión fascista y es el pueblo chino el primero que comenzó a resistir esa agresión», por lo que debería considerarse el incidente del puente de Marco Polo, y no la invasión alemana de Polonia, como el inicio de la II Guerra Mundial.
En una rueda de prensa reciente, Wang reivindicó no solo el papel de China en el inicio del conflicto, sino su importancia durante el mismo para conseguir la victoria contra la Alemania nazi.
Según cuenta Wang, el desgaste en China, donde Japón llegó a desplegar más del 50 por ciento de sus tropas en el extranjero, hizo al Imperio nipón abandonar su idea de seguir su invasión hacia el norte dejando así a la URSS que se concentrara en el Frente Europeo y dando un «tiempo muy valioso» al Reino Unido y EEUU.
El catedrático de Historia, Xu Haiyun, de la Universidad Renmin de Pekín, ahonda en esta idea y recuerda a Efe que Japón tuvo tres frentes: uno en el Pacífico, otro en el Sureste Asiático y un último en China, y que fue este último el que le hizo no desplegar más fuerza militar en otros sitios.
Cuando se cumple este año el 70º aniversario del final de la contienda, el Ejecutivo chino se suma a los historiadores para tratar de reescribir una Historia monopolizada por la visión eurocentrista que el mundo globalizado de hoy ha dejado anticuada.
El Gobierno mandaba un claro mensaje en ese sentido en una reciente visita a una exhibición sobre el papel de China en la Segunda Guerra Mundial, organizada por el Ministerio de Exteriores exclusivamente para diplomáticos y medios de comunicación.
A la entrada del museo de la Guerra Anti-Japonesa del Pueblo Chino, que Pekín levantó a poca distancia del puente de Marco Polo donde soldados chinos y nipones se dispararon hace más de siete décadas, el viceministro de Exteriores Zhang Ming recibía a los asistentes del evento.
«La resistencia de China contra Japón fue clave en la victoria contra el fascismo. Debe ser recordado», defendió Zhang, acompañado de cerca por el embajador ruso, Andrey Denisov.
En el museo, se relata la lucha de una China poco desarrollada, que vivió atrocidades como la masacre de Nankín, uno de los capítulos más sangrientos de la invasión nipona, en la que murieron 300.000 personas y se violaron a 20.000 mujeres y niñas, según cifras chinas, y a la que la exhibición dedica una gran sala con numerosas fotografías de víctimas de los crímenes.
Unos grandes paneles de color rojo destacan los «sacrificios del pueblo chino para conseguir la paz mundial»: alrededor de 35 millones de chinos muertos o heridos, de los que tan sólo 3,8 millones fueron militares, a manos de 1,86 millones de soldados japoneses.
Unos números que, aunque imprecisos, hasta ahora no se habían publicado, y que, para los expertos, son parte del problema de que la participación de China no haya sido valorada lo suficiente.
«China no ha hecho suficiente promoción. Además, la China antigua dejó pocos archivos sobre la batalla aquí, los cálculos están incompletos», se lamentaba el historiador Xu de Pekín.
El catedrático, no obstante, recordaba a Efe que, quien tiene el poder, tiene el privilegio de escribir la Historia: «EEUU, la URSS y el Reino Unido eran los principales imperios. Ellos dominaron la palabra». Un poder que hoy también posee Oriente y que busca su lugar en los libros de Historia.