Durante la guerra, los soldados japoneses ordenaban a las familias que se suicidaran
A Yoshikatsu Yoshikawa, un okinawense de 76 años, su mamá le dio la vida dos veces: primero, cuando nació, y segundo, cuando tenía seis años.
Gracias a su madre, Yoshikatsu y sus siete hermanos y hermanas se salvaron de un suicidio masivo en la isla de Tokashiki en 1945. El fin de la Segunda Guerra Mundial se aproximaba.
Yoshikatsu le cuenta su dramática historia a Japan Times.
Los ataques aéreos de EEUU comenzaron el 23 de marzo de 1945, y cuatro días más tarde, cuando las tropas estadounidenses comenzaron a aterrizar, los militares japoneses ordenaron a los residentes que evacuaran.
Cientos de residentes de Tokashiki se trasladaron a una zona boscosa conocida como Nishiyama en busca de refugio en medio de los ataques aéreos.
El 28 de marzo, el líder del pueblo reunió a los residentes y tras lanzar tres vivas, iniciaron los suicidios en masa con granadas de mano. Hubo miembros de familias que se mataban entre ellos con herramientas como hachas y azadas.
Yoshikatsu tenía entonces tenía 6 años y era el menor de su familia. Eran diez en total: papá, mamá y ocho hijos.
Los diez se sentaron en círculo y el mayor de los hermanos le quitó el seguro a una granada y la lanzó al centro. La granada no estalló. El hermano mayor de Yoshikatsu lo intentó una y otra vez, pero la granada no estalló.
De pronto, la mamá gritó “¡Todos de pie!”. Toda la familia se puso de pie y huyó. Otras personas los siguieron.
Lamentablemente, unos minutos más tarde, en medio del fuego de barcos de guerra de Estados Unidos, su padre recibió un impacto en la cabeza y murió al instante.
Dos de las hermanas de Yoshikatsu resultaron heridas, pero sobrevivieron. Nueve miembros de la familia sobrevivieron.
330 personas murieron en suicidios en masa en Tokashiki. Lo mismo ocurrió en otros pueblos como Zamami y Geruma.
¿Por qué los militares japoneses ordenaban a los civiles que se suicidaran? Para evitar que cayeran como prisioneros de Estados Unidos. Antes morir que rendirse.
Yoshikatsu asegura que los suicidios en masa no habrían ocurrido si los militares no hubieran reunido a los civiles para darles granadas.
70 años después, el okinawense recuerda a su madre gritando «la vida es un tesoro». Gracias a esa valiente madre, hoy Yoshikatsu vive para contar su milagrosa experiencia.
«Estábamos unidos por una red invisible de educación militarista y nuestra madre cortó la red», le dice a Japan Times.
Yoshikawa trabaja como guía para recorridos a sitios donde hubo combates en Okinawa. Quiere que la gente sienta lo terrible que fue la guerra. Tan terrible que obligaba a las familias a suicidarse. (International Press)
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