Reforman a jóvenes delincuentes en Japón a través del cuidado de perros abandonados

Menores aprenden a ser responsables y valorar la importancia de la vida


Perro
“Abajo”, le ordena un joven de 19 años a un perro. El animal no se mueve y el chico se entristece. Sin embargo, la instructora, Sae Hokoyama, trata de quitarle hierro al asunto diciendo: «Está bien. El perro confía en ti». Tras varios intentos, el animal obedece. El rostro del chico recupera brillo y acaricia la cabeza del perro.

Los tres (el adolescente, el animal y la instructora) forman parte de un programa que se lleva a cabo en una escuela en Chiba y que busca inculcar disciplina a los delincuentes juveniles a través del entrenamiento de perros abandonados, explica Yomiuri Shimbun en un reportaje.

La iniciativa tiene como objetivo fortalecer anímicamente a los menores y su comprensión de la importancia de la vida.


Los chicos aprenden a entrenar a perros que iban a ser sacrificados para que estos puedan ser adoptados por familias.

Este programa es el primero de su tipo en Japón.

Poco más de 50 chicos de entre 17 y 20 años que han cometido delitos como robo o asalto viven en la escuela, que echó a andar el programa en julio pasado como parte de su educación correctiva. Cada joven es responsable de un perro y su entrenamiento durante unos tres meses.


Los perros son cuidados en la escuela de lunes a viernes, y los fines de semanas familias voluntarias de la zona se encargan de ellos.

Una vez finalizado el entrenamiento, los perros son entregados a familias que deseen adoptarlos.


Una de las personas que puede dar fe de los beneficios del programa es un joven de 20 años que participó entre julio y octubre del año pasado. Gracias a él, le dice a Yomiuri, valoró la importancia de la vida.

El chico, que dejó de ir a la escuela en primaria y fue arrestado cinco veces por diversos delitos, al principio estaba nervioso, porque las cosas con el perro que le tocó entrenar eran más complicadas de lo que esperaba. Sin embargo, nunca ejerció la violencia contra el animal porque recordaba la violencia que su padrastro utilizaba contra él.

El chico estaba enojado por el egoísmo de los antiguos dueños del perro abandonado, pero eso le ayudó a recapacitar y pensar en su propio caso: “Me he dado cuenta de que yo también hice cosas egoístas y lastimado a muchas personas».

«Tuve la oportunidad de salvar una vida que iba a ser sacrificada. Por primera vez pude ser útil a alguien», dice.

En la ceremonia de clausura del programa, escribió «Ve y vive feliz» en un pañuelo que, con lágrimas en los ojos, ató alrededor del cuello del perro.

Yoshikazu Yamashita, un instructor de la escuela, destaca los beneficios del programa: «Los participantes llevan a los perros con seriedad y afecto. Reconocen la importancia de la vida y hacen grandes esfuerzos para cumplir con sus responsabilidades. Esperamos que hagan buen uso de esta experiencia cuando salgan a la sociedad”.

La iniciativa, contó con la asesoría de Hokoyama, que ha participado en programas similares de entrenamiento de perros en prisiones estadounidenses.

La experiencia ha rendido frutos. En un centro correccional juvenil en Oregon, los jóvenes que se involucran en el programa adquieren mayor responsabilidad, se hacen más fuertes desde el punto de visto emocional y ganan autoestima. Eso contribuye a impedir que vuelvan a caer en la delincuencia. (International Press)

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