Decreto de Barack Obama beneficia a cinco millones de indocumentados
Beatriz Pascual Macías / EFE
Millones de inmigrantes indocumentados de Estados Unidos, desde California hasta Washington, se sienten por primera vez «libres» tras el anuncio sobre inmigración del presidente Barack Obama, que les sabe «agridulce» por las muchas personas que aún seguirán en la sombra.
Al menos cinco de los más de once millones de indocumentados que residen en EEUU se beneficiarán de las medidas ejecutivas anunciadas por Obama en un discurso televisado, que cientos de personas siguieron a través de teléfonos y iPads en una concentración ante la Casa Blanca, en el centro de Washington.
La parte clave del plan beneficiará a los indocumentados que tengan hijos que son ciudadanos estadounidenses o residentes permanentes, que demuestren que llevan en el país desde antes del 1 de enero de 2010 y carecen de antecedentes criminales.
Estos indocumentados evitarán la amenaza de la deportación por tres años y obtendrán un permiso de trabajo, según el plan.
«Por primera vez me siento libre. Libre de andar por la calle sin miedo a la policía o libre de aplicar para un trabajo», dijo a Efe la mexicana Enriqueta Juárez, sobre la que pesaba una orden de deportación, que ahora queda suspendida y que vivía con el «miedo constante» de ser entregada a las autoridades fronterizas.
Sobre su marido, Óscar Alfaro, también pesaba una orden de deportación e incluso llegó a comprar el boleto para volver a Honduras, de donde es originario, cuando el servicio de inmigración le dijo que tenía que abandonar el país.
Finalmente no subió al avión y, gracias a la organización de defensa de los derechos de los inmigrantes Casa de Maryland, consiguió un permiso de trabajo que le ha permitido continuar como organizador de jornaleros.
«Hemos vivido en carne propia esta lucha, hemos vivido el miedo a la deportación. Hemos sufrido mucho», destacó Juárez, quien, como su marido, se han beneficiado del anuncio de Obama gracias a que una de sus hijas, de cinco años, nació en Estados Unidos.
Tener un hijo con la condición de ciudadano estadounidense también beneficiará al mexicano Miguel Ángel Correa, que escuchó el anuncio del presidente en su teléfono móvil mientras participaba en una concentración frente a la Casa Blanca.
«Mi situación era fuera de estatus, pero (el decreto) me ha permitido salir de las sombras. Yo tengo 14 años en este país sin un estado legal y ahora que Obama ha dado este estatus, podemos legalizarnos», explicó Correa.
Correa era el único de su familia que no había podido regularizar su situación, pues su hija nació en Estados Unidos, su madre consiguió la ciudadanía y su esposa goza del Estatus de Protección Temporal (TPS), amparo para ciudadano de países que sufren los efectos de un conflicto armando en curso.
El mexicano, que vive en Virginia, cree que las medidas le reportaran grandes beneficios para su negocio de fontanería y para su vida diaria, pues ahora ya podrá obtener un permiso de trabajo, un número de seguridad social y la licencia de conducir.
La boliviana Benita Rodríguez, de 66 años, también participó en la concentración ante la Casa Blanca, donde predominaron las banderas estadounidenses y los gritos de «¡Sí, se puede!».
Rodríguez, que lleva 13 años en el país y que tiene una hija estadounidense, confesó sentirse «muy feliz» porque «ahora se acabaron los abusos» y en su trabajo, como limpiadora de casas, podrán pagarla «como debe ser».
«Hemos luchado mucho para la reforma migratoria y él ahora como hombre se ha amarrado los pantalones y ha cumplido con su palabra», subrayó emocionada la boliviana, que dio las gracias al presidente.
Sin embargo, las medidas tienen un sabor «agridulce» para otros muchos inmigrantes indocumentados, como Francisco Díaz, que lleva 16 años en el país y que, en abril pasado, viajó en bicicleta desde Miami hasta Washington para pedir al Congreso que aprobara la reforma migratoria.
«Cuando empecé en este tipo de activismo ya sabía que iba a ser el primero en el frente de batalla y el último en recibir el boleto», bromeó Díaz, quien no tiene hijos y derramó algunas lágrimas entre la alegría generalizada.
Felicidad mezclada con pena también siente Sarabeth Goodwin, pastora protestante que ayuda a la población hispana de Washington D.C. en una iglesia del barrio de Columbia Heights, en cuya entrada se lee «bienvenidos, misa en español los domingos a las 5.15 pm».
Goodwin recordó especialmente a los indocumentados no amparados por las órdenes ejecutivas y que «lo tendrán muy difícil» los próximos dos años con la oposición republicana, que domina el Congreso y ha sido muy beligerante con las medidas del presidente.
«Estoy contenta, pero me gustaría que Obama hubiera actuado durante su primer mandato. Este es un paso más», subrayó Goodwin, quien promete que «la lucha no ha terminado».