Muestra de la artista japonesa más reconocida se exhibirá en el Museo Rufino Tamayo
Paula Escalada Medrano / EFE
Cuentan quienes conocen a la artista japonesa Yayoi Kusama que no está loca, pese a que vive en una clínica psiquiátrica y las obsesiones y angustias han dominado su vida, sentimientos convertidos en obras de arte que ahora llegan por primera vez a México.
«Ella no está loca en el sentido de alguien que está completamente fuera de la realidad, que es psicótica, que no tiene un sentido de la realidad, pero al mismo tiempo sí tiene problemas graves de salud mental», contó a Efe Philip Larrat-Smith, curador de la muestra «Obsesión Infinita».
Y, lejos de ocultar estos problemas, fue ella misma la que decidió internarse en una clínica hace cuatro décadas para «encontrar una manera de apoyarse y soportarse».
«Ella desde el inicio siempre mencionó sus desafíos mentales, sus problemas, sus alucinaciones como explicación de su arte. El artista en lugar de esconder su condición está uniendo su condición como explicación y fuente de su arte», apuntó.
Larrat-Smith ve a Kusama como el prototipo del «artista enfermo», alguien que «tiene un problema, un perfil psicológico súper específico y patológico que le permite expresar algo muy original y singular, pero que le causa mucho dolor».
«Obsesión infinita», que será inaugurada el próximo 26 de septiembre en el Museo Rufino Tamayo de la capital mexicana, recopila parte de la obra de la artista japonesa viva más reconocida internacionalmente.
Son poco más de un centenar de obras creadas entre 1949 y 2013 que incluyen numerosas muestras de sus «Infinity Nets», sus puntos repetitivos que han llenado obras como la reciente «Infinity Mirror Room», una instalación luminosa y reflectante producida en 2013.
El título de la exposición, que ya ha recorrido Brasil y Argentina, hace referencia a las numerosas obsesiones que han reinado en la vida y la obra de la japonesa, nacida en 1929 en Matsumoto.
«La obsesión por la fama, la obsesión por el sexo, el miedo al sexo y a la muerte también. Ella es una criatura completamente obsesionada y este lado obsesivo compulsivo es la fuente de su arte», apuntó Larrat-Smith.
Así, por ejemplo, como «una manera de enterrar la ansiedad sexual que tiene», en numerosas obras se dedicó a llenar de formas fálicas «los muebles y los objetos cotidianos», para hacerla perder su condición sexual.
Otra de las obsesiones de Kusama es la necesidad de «trabajar compulsivamente». «Cuando acaba una pintura comienza otra, nunca para de trabajar», añadió.
Frances Morris, la otra curadora de la muestra, ha visitado a la artista varias veces en su estudio, ubicado a pocos metros de la clínica psiquiátrica en la que se internó por voluntad propia en los años setenta, tras regresar de Nueva York.
Señaló que Kusama la quiere porque la ha ayudado en los últimos años a lograr su mayor objetivo, hacerse famosa y sentirse reconocida internacionalmente.
«Mucha gente famosa no son famosos por oportunidad, sino que son famosos porque se conducen hacia tener reconocimiento público, quieren ser conocidos mundialmente y ella trabajó en eso, incluso a sus 20 años llevaba a fotógrafos a hacerle fotos», contó.
En un recorrido por la muestra con un grupo de medios de comunicación, la curadora explicó que Kusama «es muy vulnerable, ansiosa, obsesionada» y que «siente dudas todo el tiempo», por lo que «todos los días tiene que saber que la quieren y que es la mejor artista».
Nacida en una familia burguesa de comerciantes de semillas en una zona rural, creció en un Japón en la Segunda Guerra Mundial hasta que sus aspiraciones artísticas la llevaron a viajar a Estados Unidos en 1957 y a convivir con artistas de la talla de Andy Warhol y Joseph Cornell.
Además de la pintura, exploró la escultura, la actuación en vivo e incluso el cine, hasta convertirse en una figura de reconocimiento y notoriedad en el Nueva York de los sesenta.
En los setenta regresó a Japón y, tras no lograr replicar el éxito de su obra en una conservadora sociedad, se dedicó a escribir novelas, historias cortas y poesía, aunque en la última década volvió a la pintura.
La muestra «Obsesión Infinita» estará en México hasta el próximo 18 de enero, antes de viajar a otros países de Latinoamérica.