Recibe carta y dibujo tres años después de la tragedia
Ryusei Ogata tenía 10 años cuando el tsunami se lo llevó el 11 de marzo de 2011. El niño estudiaba en cuarto grado de primaria en una escuela en la prefectura de Miyagi. Sus 74 alumnos murieron o desaparecieron.
A más de tres años de la catástrofe que devastó el noreste de Japón, la abuela de Ryusei, Katsuko Takahashi (63), ha encontrado en él inspiración y fuerzas para no rendirse.
Yomiuri Shimbun cuenta su historia.
Katsuko tiene un restaurante que pensaba cerrar por su precario estado de salud. Todo cambió cuando en mayo la madre de Ryusei halló en la habitación del pequeño, cuidadosamente doblada en una caja de juguetes, una breve carta escrita por él y dirigida a su abuela. El mensaje estaba acompañado por un autorretrato. Se había dibujado con una gran sonrisa.
«Espero que hagas lo mejor por tu restaurante. Quiero que vivas mucho tiempo. Gracias por ser siempre buena conmigo. Gracias por estar siempre conmigo comprándome varias cosas», dice la carta.
Antes del tsunami, la anciana había estado hospitalizada. Su nieto la visitaba con regularidad.
Takahashi no pudo contener las lágrimas cuando recibió la carta, que –cree ella– probablemente Ryusei escribió para entregársela personalmente. «Tal vez quería animarme, así que escribió la carta en secreto. Gracias, Ryu-chan», dice.
El tsunami no solo le arrebató a su nieto, también la dejó sin casa ni restaurante (en el que trabajaba sola). En octubre de 2011, abrió nuevamente su negocio de manera provisional. Sin embargo, tuvo que ser hospitalizada nuevamente para ser tratada por un mal que afectaba su espalda.
Fue dada de alta tres meses después, pero apenas podía mantenerse de pie. La cartita de su nieto llegó en el momento justo, cuando está empezando a prepararse para clausurar su establecimiento.
«He estado llorando constantemente durante tres años por los duros tiempos. Pero la carta me hizo darme cuenta de que tengo que vivir mucho tiempo y en buen estado de salud por Ryu-chan», le dice Takahashi a Yomiuri.
El restaurante sigue funcionando.
La anciana recuerda que a su nieto le gustaba dibujar. El autorretrato del niño brilla en la pantalla de su teléfono móvil. «Ryu-chan es mi tesoro para siempre. No seré derrotada y daré lo mejor de mí», promete. (ipcdigital)