Kentucky Fried Chicken admite reservas desde noviembre ante alta demanda
Andrés Sánchez Braun / EFE
Japón, un país sin tradición cristiana, comenzó a desarrollar hace cuatro décadas una peculiar costumbre navideña que a día de hoy lleva a millones de familias niponas a compartir un cuenco de pollo frito para cenar en Nochebuena.
Pero no cualquier producto vale como festín el 24 de diciembre; el genuinamente navideño en Japón es el de Kentucky Fried Chicken (KFC).
Y es que fue en esta conocida franquicia estadounidense de pollo frito donde se originó esta peculiar tradición que, no obstante, nació casi por casualidad.
Corría 1974 cuando la empresa lanzó por primera vez su campaña «Kurisumasu ni wa kentakkii!» («¡En Navidad, Kentucky!»), una apuesta que este año celebra su 40 edición convertida en un rentable negocio que le llega a generar a la subsidiaria nipona hasta 12.000 millones de yenes (casi 85 millones de euros) cada diciembre, el doble de lo que factura en un mes normal.
Cuatro años antes, la franquicia había aterrizado en Japón como una empresa de riesgo compartido con la matriz estadounidense y Mitsubishi Corporation al frente.
Tras un primer año descorazonador, el socio nipón insistió en cambiar de estrategia y abrir restaurantes en el corazón de las ciudades más pobladas en vez de apostar por las zonas suburbanas como se hacía entonces en EEUU.
Así, en julio de 1971 KFC inauguró su primer restaurante en Tokio, en el barrio de Aoyama, y acertó de pleno, pues el establecimiento se convirtió en uno de los más populares entre los jóvenes capitalinos.
Fue en este local de Aoyama donde, según cuenta la compañía en su página web, un extranjero que trabajaba en un colegio cristiano explicó al personal del mostrador que ante la inexistencia de pavo en Japón había decidido poner en la mesa para Nochebuena algo que se le pareciera.
Poco más se sabe sobre el misterioso personaje extranjero que originó esta peculiar y muy rentable tradición.
El caso es que su relato llegó a oídos del encargado del local, que se la transmitió a los directivos de la empresa.
El fenómeno que desencadenó es a día de hoy palpable cada 24 de diciembre en los más de 1.200 restaurantes nipones de la cadena.
A las puertas de los locales la gente hace largas colas para conseguir su «Party barrel», el menú navideño por antonomasia que incluye además una ensalada y una tarta por un precio que está lejos de ser una ganga, 3.980 yenes (unos 27 euros).
No todos lo consiguen, ya que cada tienda solo puede freír unos pocos miles de piezas durante esta atareada jornada en la que el personal de administración de KFC Japón también debe enfundarse el delantal y echar una mano para cocinar y despachar los pedidos.
Como muchos optan por comerlo también el 23 o el 25, hace años que la empresa comenzó a admitir reservas por teléfono desde noviembre para hacer frente a esos tres desenfrenados días de diciembre.
Por supuesto muchas otras compañías -desde tiendas 24 horas a cadenas rivales de comida rápida- tratan de capitalizar esta curiosa costumbre y ofrecen pollo frito en Navidad, aunque la inmensa mayoría de los nipones sigue haciendo cola o reservando en los locales de la cadena estadounidense.
«Es verdad que es más cómodo comprarlo en otro sitio. Aún así, cuando he comido pollo frito en Navidad siempre he optado por hacer la cola. Al fin y al cabo es lo tradicional», explicó a Efe Takashi Sato, empleado de una inmobiliaria tokiota que aún no ha decidido si este año pondrá un «Party Barrel» en su mesa para Nochebuena.
«Dependerá del frío que haga y de la cantidad de gente que haya en la calle esperando», manifestó entre risotadas.
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