Jefes humillan a empleados que no cumplen cuotas de venta
Cuando no alcanzaba la meta asignada de ventas de fotocopiadoras, un empleado de una compañía que vende equipos de oficina era obligado por su supervisor a bailar desnudo delante de sus compañeros de trabajo.
El hombre, de 34 años, renunció a su empleo por los dolores de cabeza que le provocaban el exceso de trabajo y el estrés. “Nosotros no éramos tratados como seres humanos a menos que llegáramos a la cuota de ventas”, le explica a Asahi Shimbun.
Lamentablemente, el maltrato al que era sometido no es un caso aislado en Japón.
El número de trabajadores que sufren abusos por parte de sus superiores, que aprovechan su situación de poder para maltratarlos, está en aumento, según el Ministerio de Trabajo. En el año fiscal 2012 recibieron más de 50.000 quejas de empleados víctimas de sus jefes.
El vendedor comenzaba el día en su antiguo trabajo haciendo planchas y sentadillas por imposición de su superior.
Desde la oficina llamaba a empresas para pedirles cita. Recuerda que el supervisor ataba su mano al teléfono con cinta adhesiva, le apartaba la silla y lo forzaba a llamar de pie.
Rememora con nitidez que una noche le ordenó que se quitara la ropa y bailara desnudo sobre su escritorio. «Estúpido, no has vendido nada en estos días», le gritó.
No estaban solos. Alrededor de treinta empleados –riendo a carcajadas– eran testigos y cómplices de la humillación. Para la víctima no era tan duro, pues prefería que se rieran de él a que le gritaran.
Su exjefe también lo obligaba a arrodillarse delante de él. «¿Por qué diablos no puedes conseguir una cita? ¿Quieres morir? No puedes hacer nada. ¿Hubo algo malo en la manera en que tus padres te criaron?”, le ladraba.
El hombre confiesa que aguantaba el abuso porque creía que la manera en que era maltratado era lo normal en el mundo laboral nipón.
Masaomi Kaneko, director de un instituto que investiga el abuso laboral, asegura que es común en las empresas japoneses que los superiores maltraten a sus empleados para que rindan más.
El protagonista del reportaje de Asahi sigue trabajando como vendedor.