Las elecciones generales celebradas hoy en Japón han aupado de nuevo al poder al conservador Shinzo Abe, quien tras un breve y gris mandato entre 2006 y 2007 vuelve ahora como el nuevo viejo rostro del partido que modeló Japón durante más de medio siglo.
El Partido Liberal Demócrata (PLD), que gobernó entre 1955 y 2009 de forma prácticamente ininterrumpida, es el claro vencedor de unos comicios que han visto el desplome del Partido Demócrata (PD), protagonista de una inestable legislatura de algo más de tres años por la que han pasado tres primeros ministros.
Para muchos, la victoria del PLD es más fruto de la desilusión con el PD que del entusiasmo hacia la formación, la misma que entre 1950 y 1980 logró convertir al país en segunda economía mundial -título perdido en 2010 en favor de China-, pero que luego fue incapaz de enderezar su rumbo tras el estallido de la «burbuja».
Abe, de 58 años, asegura que el partido ha aprendido de sus errores, pero sus detractores apuntan a un «déjà vu» político que augura la vuelta del país a algunos viejos hábitos como el clientelismo y un entramado empresarial demasiado ligado a las élites del poder.
El programa de Abe pasa por impulsar la recuperación económica con políticas más agresivas, adoptar una postura más firme con los conflictos territoriales como el que mantiene con China y evaluar la opción de mantener la energía nuclear pese al desastre en la central de Fukushima el año pasado.
Considerado un «halcón» en materia de seguridad nacional en las filas de su partido, Shinzo Abe, casado y sin hijos, proviene de una de las dinastías políticas más famosas de Japón.
Su abuelo fue el primer ministro Nobusuke Kishi, detenido como criminal de guerra aunque luego exculpado, y su padre, Shintaro Abe, fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos del carismático Yasuhiro Nakasone en los ochenta.
Licenciado en Ciencias Políticas en 1977 por la Universidad Seikei de Tokio, Abe completó sus estudios en la Universidad del Sur de California (USC) antes de integrarse en el mundo laboral en 1979 en la siderúrgica Kobe Steel.
Tres años más tarde comenzó a implicarse en asuntos políticos como asesor de su padre, que poco después se convertiría en canciller, pero no fue hasta 1993 cuando obtuvo un escaño de diputado del PLD por la provincia de Yamaguchi.
Su carrera ascendió de forma fulgurante y en 2003 fue nombrado secretario general de su partido, un cargo que compaginó con el de portavoz del Gabinete de Junichiro Koizumi (2001-2006), al que sucedería en 2006 como primer ministro.
Su mandato transcurrió con más pena que gloria, y su popularidad se hundió en un reguero de escándalos de corrupción entre sus ministros -aunque nunca se vio directamente implicado- y errores de gestión.
En septiembre de 2007, cabizbajo y con su liderazgo mermado, anunció su dimisión, dos meses después de una contundente derrota en los comicios al Senado y alegando motivos de salud.
Para estos comicios, Abe ha echado mano de su discurso conservador y patriótico, aunque ha rebajado la retórica nacionalista con la que en el pasado encendió la polémica, al poner en duda, por ejemplo, que el Ejército Imperial nipón utilizara esclavas sexuales en China y Corea del Sur.
En cualquier caso, la victoria de este viejo conocido de la escena política nipona se produce en un momento de especial tensión con Pekín por el conflicto territorial en torno a las disputadas islas Senkaku/Diaoyu, cuya soberanía Abe se ha comprometido a proteger.
Aunque lo cierto es que durante su corto Gobierno entre 2006 y 2007 logró mejorar las relaciones con Pekín, ahora algunos temen que su llegada al poder empañe aún más los lazos con el gigante chino, primer socio comercial de un Japón muy necesitado de mantener sus exportaciones.
Antes que Abe ha habido nada menos que 22 primeros ministros del PLD en el poder, frente a solo tres del PD.
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