Yoshihiko Noda, el reservado estadista que aceptó el reto de reflotar Japón

Noda relevó a Naoto Kan, quien renunció tras ser criticado por el manejo de la crisis nuclear (foto gobierno de Japón)

Es el primer ministro del Partido Democrático que más tiempo ha durado


Noda relevó a Naoto Kan, quien renunció tras ser criticado por el manejo de la crisis nuclear (foto gobierno de Japón)

Javier Picazo Feliú / EFE

De marcado perfil económico, reservado y alejado casi siempre de los focos, Yoshihiko Noda ha gobernado Japón durante casi un año y medio tras aceptar el reto de encauzar la reconstrucción de las zonas devastadas por el tsunami de 2011 y sanear las finanzas del país.

Noda, de 55 años, llegó al poder tras dos dimisiones, la del primer ministro que salió de las legislativas de 2009, Yukio Hatoyama, y la de Naoto Kan, que abandonó la jefatura del Gobierno por las críticas a su gestión de la crisis nuclear en la central de Fukushima.


De aspecto taciturno y poco expresivo, el actual primer ministro ha comparado su paso por el poder como una difícil «escalada a una montaña», la cual ha llevado a cabo explotando sus habilidades negociadoras, vitales para lidiar batalla frente a un Parlamento dividido.

Privado del linaje político que caracteriza a otros líderes japoneses, Noda se convirtió en jefe de Gobierno tras ocupar la cartera de Finanzas con el objetivo prioritario de acometer una reforma fiscal, a sabiendas de que acabaría con su popularidad en un país que siempre ha castigado en las urnas las subidas impositivas.

Encaminada a sanear el gran déficit y la abultada deuda pública nipona, que duplica su PIB y es la mayor del mundo industrializado, Noda logró en agosto hacer realidad la primera reforma fiscal del país en 15 años, con una subida del IVA del 5 al 10 por ciento para 2015.


La ansiada reforma es probablemente el único legado consistente que han dejado los 3 años de Gobiernos inestables del Partido Democrático (PD) en Japón.

Sin embargo, para conseguir el imprescindible apoyo de la oposición tuvo que dar su palabra de que convocaría elecciones anticipadas, algo que finalmente anunció a mediados de noviembre.


A los comicios Noda llega con un apoyo por los suelos, sin que su popularidad haya remontado el vuelo pese a las remodelaciones de Gabinete que ha hecho hasta en tres ocasiones desde que asumió el poder.

Hijo de un militar de la Unidad Terrestre de las Fuerzas de Auto Defensa (Ejército) y nieto de agricultores, Noda formó parte del equipo del PD que en 2009 logró poner fin a cerca de medio siglo casi ininterrumpido de gobierno del Partido Liberal Demócrata (PLD).

Pese a su corto mandato, Noda, el tercer primer ministro en los tres años de gobierno del PD, es el que más tiempo ha durado en el cargo, por delante de los 449 días Naoto Kan y de los 266 días de Hatoyama, y el décimo noveno que más tiempo ha gobernado el país desde la II Guerra Mundial.

Nacido en 1957 en Funabashi, provincia de Chiba (a las afueras de Tokio), Noda se licenció en Ciencias Políticas y Económicas por la prestigiosa Universidad tokiota de Waseda en 1980 y completó sus estudios en el Instituto Matsushita de Gobierno y Gestión, un «nido» para futuros líderes institucionales.

Después de concluir su formación saltó a la arena política a principios de los 90 cuando se alistó en las filas del Nuevo Partido de Japón, del ex primer ministro Morihiro Hosokawa.

En política energética, Noda pasará a la historia como el líder que dibujó un país alejado de lo nuclear, después de establecer la meta de abandonar las centrales atómicas para la década de 2030, tras el accidente en Fukushima.

Padre de dos hijos, casado y aficionado a las artes marciales, en política exterior Noda afrontó un momento especialmente complicado marcado por las disputas territoriales con China y Corea del Sur.

Siempre prudente y diplomático, aunque también incisivo, Noda se desmarcó de la prepotencia agresiva de otros dirigentes nipones y se mostró partidario de no empeorar las ya de por sí complejas relaciones con sus vecinos en la región.

En su cerca de año y medio de mandato, tuvo tiempo para visitar hasta en cinco ocasiones la maltrecha provincia de Fukushima, tanto para revisar las labores de limpieza y desmantelamiento de la planta como para dar su apoyo a trabajadores y algunas de las 52.000 personas aún desplazadas por la crisis nuclear.


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