Exgobernador de Tokio es conocido por sus declaraciones contra homosexuales, inmigrantes y mujeres
Andrés Sánchez Braun / EFE
El polifacético, controvertido e incansable Shintaro Ishihara, octogenario exgobernador de Tokio, se ha propuesto remover el panorama político nipón al postularse como el candidato de la alternativa en las generales de Japón del 16 de diciembre.
Ishihara, que se presenta a sí mismo como «un anciano fuera de control» -etiqueta que le puso recientemente la ministra de Transporte, Makiko Tanaka-, dimitió abruptamente el pasado 25 de octubre como gobernador de Tokio para emprender la que podría ser su última cruzada para «salvar» Japón del «hundimiento».
Para estas elecciones se ha aliado con el también polémico alcalde de Osaka, Toru Hashimoto, para presidir el Partido de la Restauración de Japón, que propone hacer política al margen de los burócratas y los partidos tradicionales y aspira a convertirse en tercera fuerza del país.
Nacido en Kobe en 1932, aunque criado cerca de Tokio, saltó a la fama cuando con 23 años se alzó con el prestigioso premio Akutagawa por la publicación de su novela «La estación del sol».
La obra, centrada en una pandilla de pendencieros, fue un fenómeno que engendró una tribu urbana nipona de jóvenes contestatarios e insatisfechos y cuya adaptación al cine supuso el debut de su hermano menor, Yujiro, que se convertiría en uno de los actores más reconocidos de la constelación artística nipona.
En los sesenta, además de escribir prolíficamente novelas o guiones de teatro y cine, recorrió Sudamérica en moto y cubrió entre 1966 y 1967 la Guerra de Vietnam para el principal diario japonés, Yomiuri, lo que motivó su decisión de entrar en política.
Un año después lograba un escaño en la Cámara Alta con el conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) gracias a un aplastante número de votos que habría sido aún mayor de no haberse tenido que anular unas 80.000 papeletas que llevaban escrito el nombre de su hermano, en lugar del suyo.
Ishihara logró ser ministro de Transportes antes de presentarse a unas primarias en 1989 en las que perdió por solo 48 votos frente a Toshiki Kaifu, que sería elegido jefe de Gobierno poco después.
En los ochenta apuntaló su imagen de patriota anticomunista con la novela «Nación pérdida» (1982), en la que fabuló sobre un Japón bajo el control de la URSS, y con «El Japón que puede decir ‘No'», libro co-escrito con el entonces presidente de Sony, Akio Morita, en el que llamaba al país a dejar de ser un lacayo de EEUU.
Tras abandonar la política nacional en 1995, ganó en 1999 como independiente las elecciones para gobernador de Tokio, considerado por muchos el segundo puesto de mayor responsabilidad del país.
En el cargo avivó aún más su aversión hacia la centralizada burocracia nipona y encabezó las candidaturas de Tokio para acoger los JJOO de 2016 y los de 2020, a los que aún aspira la ciudad.
Su última acción reseñable como gobernador fue anunciar un plan para comprar los islotes Senkaku, un archipiélago en el Mar de China Oriental cuya soberanía Japón se disputa con Pekín.
El polémico plan (con el que recaudó 15 millones de euros en donaciones «patrióticas») forzó al Ejecutivo central a comprar las islas a su dueño nipón para evitar males mayores, lo que desencadenó las iras del Gobierno chino y ha llevado las relaciones entre la primera y segunda economía de Asia a su peor momento en años.
Tras este desplante, resultó casi natural que Ishihara retornara a la política nacional.
A sus 80 años se presenta ahora como un líder decidido, que da la impresión de decir siempre lo que le da la gana (como dramaturgo, dicen que busca de manera estudiada el efecto sorpresa) y cuya postura resumen tres palabras: conservadurismo, descentralización y patrioterismo.
Sin embargo, la formación de corte populista que ha forjado con Hashimoto amalgama grupúsculos y generaciones diversas, por lo que el partido aún carece de posturas concretas respecto a temas polémicos, como el futuro de la energía nuclear en Japón tras Fukushima o el papel que debe desempeñar el Ejército.
Otra cosa es lo que Ishihara, conocido por sus incendiarias declaraciones contra los homosexuales, los inmigrantes o las mujeres -de las que llegó a decir que tras la menopausia no sirven para nada-, optaría por hacer por su cuenta.
Casado con su esposa Noriko desde hace más de 50 años, Ishihara es padre (estricto y gruñón, según han escrito sus vástagos) de cuatro varones, dos de los cuales son políticos, mientras que otro es actor y presentador del tiempo en las noticias.