Carlos Fuentes, el cosmopolita que guió la literatura en español hacia la modernidad

Escritor mexicano, que formó parte del boom latinoamericano, falleció a los 83 años


 

Alberto Cabezas / EFE

El escritor mexicano Carlos Fuentes, fallecido hoy a los 83 años, fue un intelectual extraordinario que cuestionó durante toda su vida a su país, México, por ser incapaz de construir una democracia más auténtica y desde la literatura encaminó a la narrativa en lengua española hacia la modernidad.


Crítico del nacionalismo oficial mexicano, cosmopolita, Fuentes (Ciudad de Panamá, 1928) ejerció una notable crítica contra su país, en particular invocando una y otra vez su incapacidad para convertirse en una sociedad moderna y en desvelar los misterios del alma mexicana.

Su concepción de la lengua era que la misma era «como un río caudaloso a veces, apenas un arroyo otras, pero siempre dueño de un cauce (…), toda una profusa corriente de oralidad que corre entre dos riberas: la memoria y la imaginación».

Amante del idioma en que escribía, llegó a decir que su lucha por conservar el español duró toda su niñez, pues estuvo «a punto de perder su idioma nativo cada 24 horas».


«El idioma quería decir para mí nacionalidad: era un conjunto opresivo de significados sujetos siempre a lucha, a reconquista», apuntó.

Considerado el fundador de la novela modernista en México, el intelectual cursó estudios superiores en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra (Suiza).


Fue desde muy joven cuando su valía literaria comenzó a sobresalir y a contribuir a la universalidad de una generación de escritores extraordinarios que formarían el llamado «boom latinoamericano».

Admirador de autores como los británicos D.H. Lawrence (1885-1930) y Aldous Huxley (1894-1963), Fuentes consideraba pertinente la ficción para responder a las preguntas de cómo éramos y cómo seremos, y conocer el mundo desprovistos de la racionalidad.

«Ni la ciencia, ni la lógica, ni la política nos darán una respuesta. Tampoco nos la dará la novela. Lo que hace la novela es plantear la pregunta de una manera equívoca, de una manera cómica, transgresiva que las otras disciplinas no nos permiten», llegó a decir.

A su obra narrativa el propio Fuentes la llamó la «Edad del tiempo», e incluye títulos como «Los días enmascarados» (1954), «La región más transparente» (1958), «La muerte de Artemio Cruz» (1962), «Gringo viejo» (1985), «La silla del Águila» (2003) y «La voluntad y la fortuna» (2008), sobre la violencia ligada con el narcotráfico.

Entre sus ensayos destacan títulos como «Cervantes o la crítica de la lectura» (1976), «Los 68» (2005), y «La gran novela latinoamericana» (2011).

En 2008, el español Juan Goytisolo dijo que Carlos Fuentes logró junto con García Márquez y el resto de los llamados autores del «boom latinoamericano» «que entroncara de nuevo la literatura española con la modernidad» después de que España diera la espalda a la cultura universal durante siglos.

Para el crítico literario mexicano Christopher Domínguez, «la obra de Fuentes es el conjunto más complejo y variado de la narrativa mexicana», y en la misma estuvieron «todas las conquistas y tendencias de la literatura contemporánea».

Señala que «el desarraigo» es el punto de partida permanente de Fuentes, un escritor que llegó a describir su quehacer literario como una lucha de un boxeador con las palabras, a las que siempre trató de no dejarlas entrar en su acepción común y corriente.

Domínguez destaca entre toda su obra la novela «Terra Nostra» (1975), «el único de sus libros que puede ser leído más allá del horizonte mexicano y la novela que lo sobrevivirá».

De esa novela dice que está hermanada con «Rayuela», de Julio Cortázar; «Cien años de soledad», de Gabriel García Márquez, y «Conversación en La Catedral», de Mario Vargas Llosa, y la considera el más alto exponente del «gran Fuentes».

Entre los muchos premios que ha recibido destacan el Cervantes (1987), el Príncipe de Asturias de las Letras (1994), el de Biblioteca Breve por «Cambio de piel» (1967), y el Nacional de Literatura de México (1984).

Además se hizo acreedor a distinciones tales como la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío, otorgada por el Gobierno sandinista (1988); la Orden al Mérito en Chile (1993) y la española Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (2008).


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