Paralización de reactores encarece el suministro eléctrico
Andrés Sánchez Braun / EFE
Tras el seísmo del pasado 11 de marzo, Japón se enfrenta al reto de reactivar su economía pese al coste exorbitante de la reconstrucción, la mayor deuda pública del mundo industrializado y el dilema de no depender de la energía nuclear.
A raíz del desastre, Japón ha aprobado cuatro presupuestos adicionales de reconstrucción por un total de 20,63 billones de yenes (unos 190.000 millones de euros), la primera vez que el país da luz verde a tantas partidas extraordinarias desde 1947, recién terminada la II Guerra Mundial.
Para financiar estos presupuestos el Gobierno ha echado mano de unos ingresos tributarios más elevados de lo previsto inicialmente, el recorte de gastos en otros sectores y la emisión de los llamados «bonos para la reconstrucción» por al menos 11,5 billones de yenes (más de 106.000 millones de euros).
Ello ha supuesto una nueva carga para la deuda soberana nipona, la mayor del mundo desarrollado, que ante el aumento del gasto público ascendía a finales de 2011 al récord de 958,64 billones de yenes (casi 9 billones de euros), cerca del doble del PIB.
Y se estima que para finales del año fiscal 2012, que termina en marzo de 2013, aumentará hasta 1.085,51 billones de yenes (cerca de 10 billones de euros).
Ahora, el Gobierno lucha para lograr la aprobación del presupuesto para el próximo año fiscal, que empieza en abril, por un monto récord de 96 billones de yenes (unos 890.000 millones de euros), lo que supondría, en caso de ser refrendado, el mayor para un solo ejercicio fiscal en la historia de Japón.
De la suma total, más de 3,7 billones de yenes (unos 34.000 millones de euros) irán destinados exclusivamente a la reconstrucción de las zonas asoladas hace un año.
Todo ello pinta un difícil panorama para el primer ministro, Yoshihiko Noda, que además tiene pendiente la aprobación de un polémico plan para subir el IVA y reformar la seguridad social a fin de paliar el coste de una de las sociedades más envejecidas del mundo.
Otro gran dilema que Japón debe encarar con urgencia como consecuencia del desastre del 11 de marzo y de la crisis que desencadenó el posterior tsunami en la central nuclear de Fukushima es el de su modelo energético.
Un tercio de la electricidad que consumía Japón antes de la catástrofe procedía de la fisión nuclear, pero ahora sólo dos de los 54 reactores del país están operativos, puesto que el resto están paralizados por revisiones.
Un total de 16 reactores han sido sometidos ya a las llamadas pruebas de resistencia, obligatorias tras el accidente en Fukushima para verificar si las instalaciones pueden soportar desastres como el del 11 de marzo, pero ello no ha bastado para convencer a la opinión pública de que las plantas japonesas son seguras.
Noda y sus ministros, quienes deben autorizar la reactivación, estudian ahora si será necesario realizar exámenes adicionales en las instalaciones atómicas, como recomienda la Comisión de Seguridad Nuclear japonesa y reclaman los municipios que acogen las centrales.
En este contexto, la factura para mantener el nivel de consumo eléctrico sin energía atómica le ha salido cara a la tercera economía del mundo, que ha tenido que incrementar sus importaciones de hidrocarburos para compensar con energía térmica la falta de reactores.
Ello ha contribuido a que Japón, cuya economía depende en un 40 por ciento de lo que exporta al resto del mundo, registrase en el primer mes de 2012 su mayor déficit comercial en los últimos 33 años.
Por su parte las empresas temen la amenaza de cortes en el suministro eléctrico y presionan al Gobierno para que reactive los reactores.
En Tokio, la región más populosa e industrializada del país, la energía la suministra la eléctrica TEPCO, propietaria de la central de Fukushima, que ya ha advertido de que el encarecimiento es necesario para compensar los costes que conlleva el mayor rendimiento de sus centrales térmicas. (EFE)
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