«Nuestro próximo paso es intentar representar las emociones, la conciencia de los humanos», afirma Hiroshi Ishiguro
El científico japonés Hiroshi Ishiguro, creador de los Geminoids, robots de apariencia humana que pueden interactuar con la gente, afirma que llegará el día en que las personas se enamorarán de los androides, cuando sean capaces de reproducir las emociones que caracterizan a la raza humana.
Este es uno de los vaticinios hechos por Ishiguro en una entrevista con Efe, durante su estancia en Barcelona para participar en sendas conferencias sobre robótica avanzada en el Festival de Cine Fantástico de Sitges y en el CosmoCaixa de la capital catalana.
Dos de las creaciones de su laboratorio de la Universidad de Osaka, el Geminoid H1-2, una copia fiel del propio científico, y el Geminoid F, reproducción de una mujer, son la imagen de la presente edición del Festival de Sitges, dedicado al décimo aniversario de la película ‘Inteligencia Artificial’, de Steven Spielberg.
En términos cinematográficos, los Geminoid siguen el diseño de los «replicantes» del filme «Blade Runner», al mostrar una apariencia casi humana, frente a los robots de estética mecánica, como los R2-D2 o C-3PO de ‘La Guerra de las Galaxias’.
Ishiguro considera que ambos tipos de robot coexistirán en el futuro y que para tareas simples, como pasar el aspirador en casa, bastarán máquinas tipo R2-D2, mientras «para tener una conversación agradable, será mejor tener androides como los de ‘Blade Runner'».
De momento, los Geminoid interactúan sentados y sólo efectúan movimientos de cabeza, ojos y boca, lo que les limita la expresividad, o los dedos de las manos, y necesitan ser teledirigidos con un portátil, por lo que, pese a su aspecto hiperrealista, no llegan a ser confundidos con humanos.
Para parecer realmente humanos, los androides deberán poder transmitir emociones y sentimientos, un reto al que ya se está enfrentando el equipo de Hiroshi Ishiguro.
«Nuestro próximo paso es intentar representar las emociones, la conciencia de los humanos, algo que no se define sólo con determinadas habilidades o cálculos, y que es muy difícil de imitar», señala el científico nipón.
Ishiguro, de 47 años, se muestra confiado en «poder imitar esta clase de conductas humanas mediante los programas informáticos».
No obstante, «primero tenemos que estudiar más qué es la conciencia humana. Una vez que definamos esto, podríamos hacer rápidamente una copia, pero aun no sabemos qué es», agrega.
Al ser cuestionado sobre la utilidad de este tipo de androides, Ishiguro pone algunos ejemplos, como, en su caso, dar una clase a distancia usando su robot «clon» si no pudiera desplazarse de su domicilio por alguna enfermedad o, en un ámbito más social, hacer compañía a personas que viven solas.
Hiroshi Ishiguro comenta en este sentido que, en las experiencias que ha llevado a cabo al reunir a sus Geminoids con personas e interactuar durante un tiempo los robots con los humanos, después del encuentro «casi todos admitían que podrían llegar a enamorarse de un robot».
Este experto en inteligencia artificial relativiza las cuestiones éticas que se pueden derivar de sus avances tecnológicos e incluso comenta con ironía: «creo que se podría imitar el enamoramiento, aunque yo todavía estoy buscando qué es el amor verdadero. ¿Usted sabe qué es?».
Esta relativización de lo humano llega a un punto extremo cuando resalta que el coste de un Geminoid es de alrededor de un millón de euros (1,3 millones de dólares), y que la mayoría de los seguros de vida de las personas no alcanzarían estas cifras.
Más allá de consideraciones éticas o morales, Ishiguro es contundente al indicar que los robots terminarán por estar presentes en nuestras vidas, porque «no son más que una extensión de los ordenadores», y que este proceso es imparable.
Pone como ejemplo la expansión imparable de Internet y subraya que el avance científico es inherente a la sociedad humana.
Frente a los que perciben a los robots como una potencial amenaza para los humanos, Ishiguro puntualiza que ésta es una percepción que se da en Europa y en Estados Unidos, donde se les vincula a investigaciones y proyectos militares.
Por contra, «en Japón, los robots son nuestros amigos, y creo que aquí pronto van a verlos del mismo modo, por la cantidad de series animadas japonesas que se difunden», vuelve a ironizar Ishiguro. (EFE)
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