Yoshihiko Noda tiene ante sí el reto de cambiar el rostro de un gobierno dominado por la inestabilidad, la falta de liderazgo y la desconfianza de la población.
El nuevo primer ministro nipón, Yoshihiko Noda, asume las riendas del Gobierno exactamente dos años después de que su partido, el Democrático (PD), lograra una histórica victoria electoral que no ha conseguido llevar el prometido cambio a Japón.
El 30 de agosto de 2009 el PD arrasaba en las urnas y acababa con más de medio siglo de poder del Partido Liberal Demócrata (PLD), lo que abrió las esperanzas de que nuevos aires entraran en la rancia y pesada maquinaria burocrática del archipiélago.
Dos años después, sin embargo, poco parece haber cambiado en un escenario político dominado por la inestabilidad, la falta de liderazgo y la desconfianza de una población que muestra, en general, un patente desinterés por los vaivenes de sus gobiernos.
Si el terremoto y tsunami de marzo pusieron en evidencia el civismo y solidaridad de la sociedad japonesa ante la crisis, también revelaron la parálisis de un Ejecutivo novato contemplado con cada vez más reticencia y menos interés.
A estas alturas, con seis primeros ministros en cinco años, los cambios de Gobierno no causan grandes convulsiones en Japón, un país que en ocasiones parece funcionar con piloto automático gracias, precisamente, a una burocracia de estilo mandarín que hunde sus raíces en lo más profundo del sistema.
En este escenario, Noda tiene ante sí la difícil tarea de ganarse la confianza de un electorado poco predispuesto y desilusionado por lo fugaz que resultó la atrayente promesa de cambio del PD, un partido con solo trece años de historia y que aparece ahora más fragmentado que nunca.
El nuevo primer ministro tiene a su favor un perfil bajo y poco polémico que le permitiría conciliar posturas con las distintas facciones del PD, entre ellas la encabezada por el poderoso ex secretario general Ichiro Ozawa, y quizá también amansar a una oposición que ha acribillado a su predecesor Naoto Kan.
A diferencia de éste, que llegó al Gobierno en junio de 2010 con una alta popularidad que se deshinchó al ritmo de su falta de liderazgo, el discreto Yoshihiko Noda asume el puesto con escaso apoyo ciudadano y, por tanto, menos presión.
Al margen de los retos impuestos por el devastador terremoto de marzo y la crisis nuclear, la agenda de Noda es casi un calco de la de Kan: la economía, en declive desde hace dos décadas, es la gran protagonista con objetivos que pasan por depreciar el yen, luchar contra la deflación y contener la astronómica deuda pública.
Se prevé que ésta alcance este año el 230 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) nipón, la mayor de un país industrializado y que supera, con mucho, la tan traída y llevada deuda de otras naciones como Grecia (casi el 160 por ciento del PIB).
Lo que hace de Japón un caso único es el alto nivel de ahorro de los hogares, que asegura depósitos en el sistema, y el hecho de que casi la totalidad de los bonos está en manos de acreedores locales (principalmente bancos nacionales).
Esto los hace independientes de los tipos de cambio y concede al Gobierno un mayor margen de actuación en caso extremo, pero no evita que buena parte de los impuestos nipones se tengan que destinar a pagar los intereses, en un círculo vicioso que pasa por la continua emisión de nueva deuda para financiar las políticas públicas.
Igual que Kan, Noda defiende la disciplina fiscal y una subida impositiva para cubrir la costosa reconstrucción de las áreas afectadas por el terremoto de marzo a fin de evitar que la deuda se dispare aún más, algo que no obstante parece inevitable y ahonda las dudas sobre la sostenibilidad de la economía nipona.
A ello se suma el envejecimiento de la población y la creciente carga para el sistema de pensiones de la tercera economía mundial, un problema que todos los primeros ministros del último lustro han reconocido sin que ninguno haya llegado a emprender una reforma contundente ni haya dado con medidas que estimulen la natalidad.
Si Naoto Kan dimitió por la crisis del terremoto y tsunami y su antecesor, Yukio Hatoyama, lo hizo por una polémica ante la presencia militar de EEUU en Japón, el gran caballo de batalla de Noda podría ser la maltrecha economía, un reto que necesita de estrategias a largo plazo para poder ser resuelto. (EFE)
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