El experto en recursos humanos y profesor visitante en la Escuela de la Universidad de Taisho, Tsuguo Ebihara, ha lanzado una propuesta audaz para transformar la gestión migratoria en Japón sin afectar el bolsillo del ciudadano local. En su análisis, sostiene que es imperativo establecer un «tope» a la residencia permanente basado en la demografía del país. Su planteamiento exige un mecanismo donde la mayoría de los extranjeros regrese a sus naciones de origen tras cumplir su ciclo laboral, permitiendo que solo el tercio más integrado permanezca.
Para Ebihara, el éxito de esta convivencia depende de un control numérico estricto. De sus estimaciones se calcula que, en un escenario de 3 millones de trabajadores extranjeros, aproximadamente 2 millones de personas deberían retornar a sus países al finalizar su estancia. Esto permitiría que solo el millón restante se establezca definitivamente para «convertirse en los portadores que hereden y transmitan la cultura y las costumbres japonesas a la siguiente generación».
EL «GRAN MONEDERO» PARA POLÍTICA MIGRATORIA
La clave del plan reside en las contribuciones al seguro social (Kosei Nenkin). Actualmente, cuando un extranjero regresa a su país, la cuota patronal es retenida por el Estado japonés para pagar jubilaciones locales. Ebihara propone desviar estos aportes —que alcanzarían los 600.000 millones de yenes anuales— para crear «un gran monedero» que financie integralmente la estrategia de extranjería de Japón.
Este presupuesto masivo permitiría cubrir no solo las necesidades de «defensa», como el control de la estancia ilegal, los procesos de deportación y el mantenimiento de centros de detención, sino también financiar políticas de bienestar social y subsidios de subsistencia que hoy generan fricción con el contribuyente japonés. «Se trata de crear un ciclo que no duela al bolsillo de los ciudadanos», explica el autor, convirtiendo el dinero de las empresas en el motor de la política pública.
LA ROTACIÓN QUE GARANTIZA EL DINERO
El modelo busca que la existencia de este presupuesto dependa directamente de que los extranjeros regresen a sus países. «Para que este dinero se genere, necesariamente dos tercios deben regresar», afirma Ebihara. Este retorno no es un castigo, sino un incentivo financiero: el trabajador se retira con un pago único de su parte de los aportes que, en naciones en desarrollo, representa una «excelente indemnización».
Al reinvertir los 600.000 millones de yenes en mejorar las condiciones de vida y el soporte para los que llegan, Japón pasaría de una gestión migratoria pasiva a una estrategia de «ataque» para atraer talento global. Según el experto, este flujo constante de dinero y personas permitiría que quienes finalmente se queden sean aquellos que hayan logrado una integración real, asegurando la sostenibilidad de la sociedad japonesa sin comprometer su identidad cultural ni sus finanzas.
DICHO EN CIFRAS
La viabilidad de este plan depende de que la rotación de esos 2 millones de personas sea constante. Al no quedarse en Japón de forma definitiva, el aporte que sus empleadores realizan al sistema de pensiones (Kosei Nenkin) genera un excedente masivo:
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600.000 millones de yenes anuales: Es la cifra que Ebihara estima que las empresas aportarían por estos 3 millones de trabajadores.
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2 millones de yenes por trabajador: Es el monto estimado que un empleado de nivel Tokutei Gino (con un salario promedio anual de 3 millones de yenes) podría llevarse a su país tras 8 años de servicios (5 de visa específica y 3 de prácticas), funcionando como un «bono de jubilación» en su nación de origen.
(RI/AG/International Press)
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