
El panorama laboral en Japón revela una crisis social cada vez más profunda: la explosión de los llamados «freeters de edad avanzada» (korei freeter). Según el informe de la Encuesta de la Fuerza Laboral de 2024 (publicado en febrero de este año), la cifra de personas de mediana edad atrapadas en empleos inestables o a tiempo parcial ha superado el millón, alcanzando un nuevo máximo histórico de 1,08 millones. Este aumento, de 30.000 personas respecto al año anterior, subraya la incapacidad del sistema para ofrecer estabilidad a una parte crucial de su población activa.
El término freeter tradicionalmente se aplica a jóvenes con empleos a tiempo parcial. Sin embargo, este informe se centró en la población de 35 a 54 años que cumple con condiciones laborales similares.
Mientras que el número de freeters jóvenes ha tendido a estabilizarse o disminuir, la población de freeters de mediana edad ha mostrado una tendencia constante al alza durante la última década. Esto indica que una gran cantidad de personas no logran salir de la precariedad laboral a medida que envejecen.
LA CARGA SOBRE LOS MAYORES DE 45 AÑOS
El análisis demográfico del último año es especialmente preocupante. Si bien el grupo de 35 a 44 años se mantuvo estable, el incremento total de 30.000 personas fue absorbido por el grupo de 45 a 54 años, que también alcanzó su propio valor récord. Este patrón confirma un perturbador «envejecimiento de la precariedad», donde los freeters simplemente avanzan en edad sin lograr la transición a un empleo regular.
La situación se agrava al constatar que la mayoría está ya empleada a tiempo parcial, no solo buscando trabajo. El núcleo del problema radica en un sistema laboral japonés que penaliza la trayectoria discontinua: bajo el modelo tradicional de empleo de por vida (Shushin Koyo), las empresas priorizan a quienes tienen historiales ininterrumpidos. Una larga trayectoria como freeter es vista como una falta de compromiso o experiencia específica, haciendo que la transición a un contrato regular (seishain) se vuelva casi imposible a partir de cierta edad, lo que condena a esta población a la inestabilidad.
Sin la acumulación de antigüedad y la formación constante que obtienen los empleados regulares, se dificulta enormemente la obtención de puestos fijos, manteniendo a estos freeters de mediana edad en la precariedad económica y social. (RI/AG/IP/)
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