
Una reciente polémica en el panorama político japonés ha encendido las alarmas entre los historiadores y la sociedad civil. Un senador recién electo del ultraderechista partido Sanseito, Hiroki Hajikano, ha afirmado públicamente que la Masacre de Nankín (o Nanking), ocurrida en 1937, es una «falsificación» y una «ficción». Su postura, secundada por el líder del partido, Sōhei Kamiya, y compartida por otros políticos electos, ha provocado una fuerte advertencia por parte de los expertos en historia, quienes alertan sobre el riesgo de repetir errores pasados si se ignora la verdad histórica.
La controversia estalló tras la publicación de un vídeo en YouTube la noche del 8 de agosto, donde el senador Hajikano (48), en diálogo con el investigador educativo Nobukatsu Fujioka, expuso su negacionismo con una retórica contundente.
«No se sabe dónde están los huesos (de las víctimas), y todas las fotos que se dicen ser evidencia son falsificaciones. Es extraño afirmar que sucedió cuando no hay ninguna prueba,» declaró Hajikano, un ex miembro de la policía japonesa.
Su líder, Sohei Kamiya, sentado a su lado, asintió y agregó que el incidente ha sido «completamente culpabilizado al ejército japonés». Hajikano ha reiterado su postura incluso en la plataforma X (anteriormente Twitter), lamentando que «aún haya gente que crea que la Gran Masacre de Nankín realmente ocurrió.»
El principal «argumento» que esgrime Hajikano para sustentar su negación se centra en el número de habitantes de Nankín en ese momento. Sostiene que, si la población era de 200.000 personas al momento de la invasión y aumentó a 250.000 dos meses después, es imposible que hayan muerto «300.000 o 400.000 personas». Para ello, citó un documento de 1939 del Comité Internacional de la Zona de Seguridad de Nankín. Además, sostiene que no existe ninguna fotografía «certificada como prueba irrefutable» ni «testigos de terceros neutrales» que validen los hechos.
DESMINTIENDO BASES ERRÓNEAS
Sin embargo, investigadores y expertos en historia moderna japonesa, citados por el diario Mainichi, han desmentido categóricamente las afirmaciones de los políticos, señalando que sus argumentos se basan en interpretaciones erróneas y en el uso de datos fuera de contexto.
Ikuhiro Hata, historiador de la era moderna, si bien reconoce la dificultad de identificar individualmente las fotos de la masacre, enfatiza que «la ausencia de una foto (de prueba) no significa que la Masacre de Nankín no ocurrió». Hata citó informes de combate del antiguo Ejército Imperial Japonés y el diario de un director de la Cancillería japonesa de la época que registraban los actos ilegales del ejército, concluyendo que la postura de Hajikano es «escasamente fundamentada» y que «la masacre de civiles a cierta escala no puede ser negada».
Por su parte, el profesor emérito Tokushi Kasahara, autoridad en el estudio de la Masacre de Nankín , refutó la base demográfica de la controversia. El profesor Kasahara aclara que, según registros del gobierno de Nankín, la población inmediatamente anterior a la ocupación era de 500.000 personas, no 200.000. El número de 200.000 es una estimación de las personas que se esperaba que se refugiaran en la Zona de Seguridad de Nankín, citada en una carta de un miembro del comité al líder nazi Hitler, y no representa la población total de la ciudad. El «aumento» a 250.000 personas dos meses después se refiere a un registro de habitantes de la zona de seguridad y otras áreas, y no implica que la población haya crecido.
UN HECHO RECONOCIDO POR JAPÓN
A pesar de las posturas negacionistas de algunos políticos, el Gobierno de Japón mantiene un reconocimiento formal de los hechos. El Ministerio de Asuntos Exteriores japonés establece en su sitio web que «el Gobierno de Japón no puede negar que ocurrieron actos de asesinato de no combatientes y saqueos, etc., después de la entrada del Ejército japonés en Nankín.»
Además, el informe de la parte japonesa de la Investigación Histórica Conjunta Japón-China (2010) documentó que «se produjeron masacres colectivas e individuales de prisioneros, soldados derrotados, soldados vestidos de civil y algunos ciudadanos, y fueron frecuentes las violaciones, los saqueos y los incendios provocados por el Ejército japonés». Si bien el número de víctimas es un tema de debate entre historiadores japoneses y chinos (con estimaciones que van desde 20.000 a más de 300.000), la ocurrencia del incidente es un hecho aceptado.
El profesor Kasahara concluye con una severa advertencia, especialmente en un momento en que la memoria de la guerra se desvanece y el gasto en defensa aumenta: «Si no se reflexiona seriamente sobre los hechos y se deja llevar por la desinformación, Japón volverá a cometer los mismos errores de la guerra». (RI/AG/IP/)
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