
Una niña de solo dos años y ocho meses, llamada Aryatara Shakya, ha sido elegida como la nueva diosa viviente Kumari de Nepal. A partir de ahora, la pequeña vivirá en un palacio-templo, donde será adorada tanto por budistas como por hindúes, un honor que la mantendrá en un estatus divino y con salidas limitadas al exterior durante los próximos años.
Aryatara reemplaza a la anterior Kumari, Trishna Shakya, de 11 años, quien, según la tradición, es considerada una «simple mortal» tras haber alcanzado la madurez sexual. La ahora ex-diosa fue sacada del palacio por una puerta trasera en una litera cubierta, simbolizando su regreso al mundo secular.
LA PRUEBA DE LA DIVINIDAD
La selección de la Kumari es un proceso riguroso que busca niñas de entre dos y cuatro años, pertenecientes a los clanes Shakya, la población indígena del Valle de Katmandú, el mismo clan del que provino Gautama Buda. La niña elegida debe cumplir con una estricta lista de 32 requisitos físicos y de carácter, incluyendo poseer una piel, cabello, ojos y dientes impecables, y, crucialmente, no mostrar miedo a la oscuridad.
El padre de la nueva Kumari, Ananta Shakya, compartió la profunda convicción familiar sobre el destino de su hija: «Ayer era solo mi hija, y hoy es una diosa. Mi esposa soñó que ella era una diosa durante el embarazo. Sabíamos que nuestra hija sería especial».
La familia transportó a Aryatara desde su casa hasta su nuevo hogar, el palacio-templo, en una procesión que coincidió con el festival hindú más largo e importante del país, el Indra Jatra. Miles de devotos se alinearon en las calles para ofrecer flores y dinero a la niña, buscando tocar su frente con sus pies, un gesto que representa la máxima señal de respeto en la cultura hindú nepalí. Se espera que la «niña-diosa» ofrezca sus bendiciones a los creyentes este 2 de octubre.
EL ALTO COSTO DE SER UNA DIOSA
Las niñas elegidas como Kumari viven en un aislamiento casi total dentro del palacio, con un círculo social limitado y con permiso para salir a la calle solo unas pocas veces al año durante las festividades. Si bien las tradiciones se han modernizado en los últimos años —permitiendo a las niñas estudiar e incluso tener televisión—, el regreso a la vida ordinaria tras la pubertad suele ser complicado.
Las ex-Kumari a menudo enfrentan grandes dificultades para adaptarse a la vida cotidiana y a la escuela normal. Además, una antigua superstición nepalí sostiene que los hombres que se casan con una ex-Kumari morirán jóvenes, lo que lleva a muchas de ellas a permanecer solteras. El prestigio social que gana la familia de la niña al ser seleccionada es innegable, pero la adaptación posterior de la ex-diosa sigue siendo un desafío social que el país aún tiene que resolver plenamente. (RI/International Press)
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