
En Japón crece un debate que mezcla economía, demografía y emociones: ¿es sostenible un enfoque de “Japón primero” que margine a los extranjeros en nombre de la seguridad y la identidad nacional? Aunque los llamados a restringir su presencia ganan eco tras incidentes de mala conducta o crímenes aislados, los datos muestran que excluirlos pondría en riesgo la estabilidad social y económica del país.
El flujo de visitantes extranjeros alcanza niveles históricos. Según la Organización Nacional de Turismo de Japón (JNTO), en junio de 2025 llegaron 3,37 millones de turistas, un 7,6% más que en el mismo mes del año anterior y la cifra más alta para un mes de junio. En el primer semestre del año, el país recibió 21,5 millones de visitantes, un aumento del 21% interanual y el ritmo más rápido de crecimiento hasta ahora.
Al mismo tiempo, el Ministerio del Interior informó que al 1 de enero de 2025 la población extranjera residente ascendía a 3,67 millones, un 10,6% más que el año anterior, la mayor cifra registrada hasta la fecha.
CRIMINALIDAD: CIFRAS Y PERCEPCIONES
Entre quienes defienden la consigna de “Japón primero” prevalece la idea de que más extranjeros implican más delitos. El Libro Blanco de la Policía 2025 muestra que en 2024 se registraron 13.405 delitos cometidos por visitantes extranjeros, un aumento frente a los 10.040 de 2023.
Sin embargo, la policía explica que el incremento responde sobre todo a bandas de robo organizadas, especialmente de origen vietnamita y camboyano. En la estadística, los vietnamitas representaron el 24,8% de los arrestos de extranjeros, principalmente por hurtos con fines de reventa. Pero los datos también reflejan que, aunque el número absoluto de casos subió, la tasa de criminalidad ha caído drásticamente respecto al pico de 20.000 a 30.000 delitos registrados entre 2013 y 2018, en un contexto donde la cantidad de visitantes se multiplicó.
La conclusión: turismo e inseguridad no son fenómenos directamente ligados. Aun así, problemas de convivencia como conductas incívicas en lugares turísticos alimentan la percepción negativa.
SUBIR LA «BARRERA DE ENTRADA», NO ELIMINARLA
Expertos citados por la revista Daily Shincho, coinciden en que Japón necesita gestionar mejor la llegada de turistas sin cerrarle la puerta al mundo. Algunas medidas ya se discuten: incrementar impuestos como la tasa de salida o el alojamiento, y aplicar tarifas diferenciadas para extranjeros en monumentos y sitios culturales, como ocurrió con el castillo de Himeji. El objetivo sería reducir el turismo de bajo gasto impulsado por el yen débil, aliviar el exceso de visitantes y cubrir los costos de conservación de patrimonios financiados con impuestos nacionales.
También se proponen medidas de orden práctico: reforzar la presencia de personal en zonas saturadas como los accesos a Fushimi Inari (Kioto) para ordenar el flujo de visitantes y evitar conductas peligrosas, en beneficio de residentes y turistas.
LA URGENCIA: JAPÓN SE QUEDA SIN MANO DE OBRA
El mayor desafío de Japón no es el turismo, sino su demografía. El mismo informe poblacional del Ministerio del Interior muestra que, mientras la población extranjera crece, la japonesa disminuyó en 908.574 personas en 2024, la mayor caída desde que existen registros. Fue el 16º año consecutivo de descenso.
La natalidad también refleja un desplome: en 2024 nacieron 686.061 bebés, una cifra que ya está muy por debajo del umbral de reemplazo poblacional. En 2016 la natalidad bajó por primera vez de un millón; hoy está casi un 30% por debajo de ese nivel.
La consecuencia es clara: sectores como comercio minorista, hostelería, manufactura, construcción e incluso los cuidados a ancianos ya dependen en gran medida de la mano de obra extranjera. Y esa dependencia crecerá de manera acelerada en los próximos años.
La dimensión económica también es crítica. En las elecciones recientes, el avance de partidos que promueven un enfoque “Japón primero” encendió alarmas entre inversionistas. Actualmente, el 32,4% de las acciones japonesas está en manos de entidades extranjeras. Un retiro masivo de ese capital supondría un golpe devastador para el mercado financiero y la economía nacional.
CONVIVENCIA, LA ÚNICA VÍA
Japón enfrenta una paradoja: la necesidad de integrar más extranjeros para sostener su sociedad y economía, mientras parte de la opinión pública exige restringir su presencia por percepciones de inseguridad y pérdida cultural. Pero las cifras demográficas y económicas dejan poco margen de maniobra: excluir a los extranjeros no salvará a Japón, lo hundirá más rápido.
El reto, como señalan analistas, no es cerrar la puerta, sino diseñar reglas claras, políticas de integración y mecanismos de gestión que permitan convivir con una población extranjera en aumento. (RI/AG/IP/)
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