
La Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó este jueves una controvertida reforma constitucional que permite la reelección presidencial indefinida y amplía el mandato presidencial de cinco a seis años, en una decisión que consolida el poder del presidente Nayib Bukele y redefine el sistema político del país centroamericano.
Con 57 votos a favor y solo tres en contra, los legisladores—en su mayoría miembros del partido Nuevas Ideas, fundado por Bukele—modificaron cinco artículos de la Constitución para abolir los límites a la reelección presidencial. La medida allana el camino para que el actual mandatario, de 44 años, pueda postularse cuantas veces lo desee.
La legisladora Ana Figueroa, autora de la propuesta, defendió la medida afirmando que los límites al número de mandatos presidenciales restringen la voluntad popular. “Será el pueblo quien decida, cuantas veces lo desee, si continúa respaldando el rumbo de transformación que vive nuestra nación”, escribió en sus redes sociales.
Figueroa argumentó que en El Salvador ni los alcaldes ni los legisladores tienen límites de reelección, y por tanto, el presidente tampoco debería tenerlos. La reforma también ajusta el calendario electoral: el actual mandato de Bukele terminaría en 2029, pero con la modificación pasará a culminar en 2027, permitiéndole presentarse nuevamente para un mandato de seis años en simultáneo con las elecciones legislativas.
BUKELE, ES ROSTRO DEL ORDEN Y LA RUPTURA
Elegido por primera vez en 2019 y reelegido en 2024 con una victoria aplastante, Bukele ha capitalizado su enorme popularidad y el respaldo popular a su ofensiva contra las pandillas para reforzar su poder. Declaró un régimen de excepción que ha permitido a las fuerzas de seguridad detener a más de 75,000 personas, muchas de ellas sin pruebas claras de vínculos con estructuras criminales, según denuncias de organismos de derechos humanos.
A pesar de las críticas, los niveles de seguridad en El Salvador han mejorado notablemente. Las tasas de homicidio han caído a mínimos históricos, y amplios sectores de la población perciben un retorno a la tranquilidad que no se veía desde hace décadas.
Frente a las acusaciones de autoritarismo, Bukele ha sido tajante: “Me tiene sin cuidado que me llamen dictador”, dijo en junio. “Prefiero que me llamen dictador a ver cómo matan a los salvadoreños en las calles”.
Bukele también ha fortalecido su relación con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien ha respaldado en temas migratorios. Su gobierno ha colaborado en planes de deportación y ha aceptado el retorno de cabecillas de la MS-13 que estaban en custodia estadounidense. A cambio, ha recibido cerca de 5 millones de dólares en apoyo.
Desde el inicio de su carrera política, Bukele se ha presentado como una ruptura con la vieja clase política, acusada de corrupción, pactos con las pandillas y negligencia tras el conflicto armado que finalizó en los años 90. Su ascenso ha sido visto por muchos como una reacción a décadas de frustración acumulada.
Con la eliminación de los límites a la reelección y la extensión del mandato presidencial, El Salvador entra en una nueva etapa política. Para los seguidores de Bukele, representa la consolidación de un proyecto nacional de transformación; para sus críticos, es un paso más hacia la concentración de poder y la erosión democrática.
Los próximos meses serán clave para observar si estas reformas reciben respaldo ciudadano duradero o si despiertan mayor resistencia interna y externa. (RI/AG/IP/)
Descubre más desde International Press - Noticias de Japón en español
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.