En octubre de 1945, apenas dos meses después de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, un trágico accidente marcó la vida de una pequeña comunidad pesquera en Zushi, prefectura de Kanagawa. Un grupo de niños, jugando en una antigua base de artillería de la Marina Imperial Japonesa, murió en una explosión. Las autoridades de ocupación, en ese momento bajo control estadounidense, mantuvieron el incidente en secreto. Los medios no informaron sobre la tragedia y la comunidad se sumió en un silencio doloroso que perduraría durante décadas.
El sitio del accidente estaba en la localidad de Kotsubo, en una colina con vistas a la bahía de Sagami. Allí, la Marina Imperial había construido un sistema de túneles y colocado cañones orientados hacia el mar, en preparación para un posible ataque aliado. Después de la rendición, los soldados estadounidenses tomaron el control del lugar, pero sin una vigilancia constante, los niños locales comenzaron a explorar el lugar.
Hiroshi Kusayanagi, un testigo que ahora tiene 88 años, recuerda que los restos militares, especialmente los sistemas de artillería que podían moverse con facilidad, resultaban fascinantes para los niños de su época. Se dice que alguien encendió una antorcha para iluminar el túnel y la pólvora aún acumulada en el lugar provocó una explosión.
El día del accidente, Kusayanagi regresó a casa temprano, pero su hermano mayor, Takashi, que se quedó a jugar con sus amigos de escuela en el túnel, no tuvo la misma suerte y resultó con quemaduras graves. Falleció esa misma noche.
Este accidente quedó oculto y silenciado durante más de 30 años. Recién en 1976, un artículo del diario Mainichi sacó el tema a la luz, apoyado en documentos desclasificados del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón. Se estima que murieron 16 niños en esa explosión, pero los datos exactos siguen siendo inciertos. Durante años, la comunidad evitó hablar del accidente. Algunos pobladores explican que querían evitar la búsqueda de culpables en su pequeña aldea. Otros, en cambio, mencionan que la tragedia era tan dolorosa que muchos se resistían a recordarla.
«Mi cabello no volvió a crecer y llevaba sombrero todo el tiempo. Nunca le conté a nadie sobre el accidente», dijo Kusayanagi, quien resultó herido y cargó a su hermano en hombros en busca de ayuda.
Rie Murakoshi, residente de Chigasaki, narró: «Me enteré por mi padre. Él sufrió quemaduras graves y fue trasladado al Hospital Sato en Kamakura, donde sobrevivió. «Espero que más gente sepa sobre este accidente».
CENOTAFIO POR LAS VÍCTIMAS
La memoria de las víctimas, sin embargo, ha comenzado a recuperarse. En octubre pasado, 79 años después de los hechos, los familiare, sobrevivientes y autoridades municipales inauguraron un monumento en honor a los niños que fallecieron en la explosión. En 2020 habían realizado un conversatorio para abordar detalles de esa historia y organizar la construcción de un cenotafio en el lugar del accidente.
“Es importante que la gente sepa que estos hechos ocurrieron. No hay necesidad de esconderlo”, insistió Kusayanagi quien ahora está pidiendo que los nombres de los niños que murieron allí sean escritos en el monumento. (RI/AG/IP/)
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