El Festival de Refugiados y Migrantes congregó en su última edición a alrededor de 2.500 personas en un parque en Tokio, un espacio de encuentro entre japoneses y extranjeros a través de la comida y la música.
Los asistentes al evento multicultural disfrutaron de platos de muy variopinta procedencia: lahmacun, un tipo de pizza que comen los kurdos, empanadas chilenas y rolex, una tortilla ugandesa enrollada en pan fino, entre otras cosas, describe Mainichi Shimbun.
También hubo puestos de artesanía, así como números artísticos con erhu, un instrumento de cuerda chino, y bailes africanos y kurdos.
No todo fue comida y diversión.
También se llevó a cabo una charla en la cual una estudiante universitaria de padres ghaneses que nació y se crio en Japón relató aspectos de su vida.
La visa de sus papás caducó y a ella misma le tomó mucho tiempo obtener el estatus de residente. Pese a que ya lo tiene, aún le preocupa su futuro.
La joven, que estudia para ser partera, recordó la traumática experiencia que supuso la detención de su padre en un centro de inmigración cuando era niña.
“No juzguen a los extranjeros por su aspecto. Vivamos juntos”, dijo la mujer.
El Festival de Refugiados y Migrantes es un evento benéfico que se organiza para apoyar a los extranjeros que recalan en Japón huyendo de la persecución en sus países de origen.
Las ganancias que genera se utilizan para actividades de apoyo a los refugiados. (International Press)