En abril se inauguró la primera escuela de secundaria pública nocturna en la prefectura de Miyazaki.
Tiene 17 alumnos, desde adolescentes hasta septuagenarios. Entre ellos, tres extranjeros.
Uno de los extranjeros es Lilibeth Mendoza Nagatomo, una mujer filipina de 47 años.
“Mi sueño se ha hecho realidad. Quiero estudiar todo lo que pueda”, dijo Lilibeth en la ceremonia de inauguración de la escuela en representación de los estudiantes.
La mujer compartió con Mainichi Shimbun algunos aspectos de su vida y cómo llegó a la escuela de Miyazaki.
Creció en una familia pobre con su madre y su hermano mayor. Cuando estudiaba en en primaria, no siempre podía asistir a clases por su trabajo en un supermercado.
Soñaba con ser maestra, pero apenas culminó la primaria tuvo que ponerse a trabajar a tiempo completo.
Fue niñera y trabajó en una fábrica de costura.
Su vida cambió a los 22 años. Conoció a un japonés que estaba de visita en Filipinas para realizar una investigación en una universidad y se enamoraron.
Se mudó a Japón en 1999 y se casó con el hombre, con quien tiene dos hijos y una hija.
No fue fácil su vida en Japón por la barrera del idioma. Cuando iba a la escuela de sus hijos para participar en reuniones de padres, no podía entender cabalmente lo que estaba escrito en la pizarra o lo que decían los folletos que les entregaban.
Consideró la posibilidad de ir a una escuela de japonés, pero desistió porque pensó que sería difícil asistir a clases diurnas mientras criaba a sus hijos.
Su esposo es una persona mayor, tiene 78 años. Imaginando un futuro en el que sus hijos, ya grandes, se independizan y dejan el nido familiar, Lilibeth comenzó a preguntarse (y preocuparse): si su pareja se pusiera repentinamente grave, ¿podría ella llamar a una ambulancia, comunicar de manera precisa cómo está él y realizar todos los trámites necesarios en estos casos?
Fue su esposo, entonces, quien le informó de la escuela nocturna en Miyazaki.
Lilibeth no lo dudó. Quería aprender a leer y escribir en japonés, así como llevar materias básicas que no pudo estudiar cuando era chica.
La mujer reconoce que las clases son difíciles de seguir, pero no se desanima porque también son una oportunidad para aprender.
En la escuela elogian su tesón para estudiar así como su carácter alegre que transmite a todos en el aula.
A la ceremonia de inauguración asistieron el esposo y el segundo hijo de Lilibeth.
El adolescente de 17 años que asiste a una preparatoria, en diálogo con Mainichi, expresó su intención de compartir las tareas domésticas con su papá mientras su mamá está en clases, y darle la bienvenida en casa cuando ella regrese de la escuela, tal como ella lo hacía con él. (International Press)
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