La abuelita de Hiroshima: “Los niños no harán cosas malas con el estómago lleno”

Chikako Nakamoto (Osaka News)

En 1980, poco después de convertirse en agente voluntaria de libertad condicional de menores que delinquían, Chikako Nakamoto, una mujer de 90 años que vive en Hiroshima, conoció a un estudiante de segundo año de secundaria que inhalaba disolvente de pintura.

Al darse cuenta de que lo hacía para no sentir hambre, Nakamto comenzó a servirle comida en su casa. El chico dejó de abusar de los diluyentes y regresó a la escuela.


Con el tiempo, a la casa de Nakamoto comenzaron a llegar otros estudiantes con problemas y que no sabían hacer cosas tan básicas como comer con ohashi, revela Mainichi Shimbun.

Desde entonces, durante 44 años, Nakamoto ha alimentado de manera gratuita a más de 300 niños y adolescentes pobres.

La “bacchan” (“abuelita”) descubrió que cuando los chicos se alimentaban, mitigando el hambre, dejaban de meterse en problemas.


“Los niños no harán cosas malas con el estómago lleno”, dice.

“El hambre, la soledad y un medio ambiente (pobre), estos tres (problemas), conducen a la maldad. Tenemos que detener este círculo vicioso en alguna parte”.

Los chicos, que al principio solo iban a llenarse el estómago, poco a poco comenzaron a abrir sus corazones y contarle sus problemas a la abuelita.


Su casa no era solo un sitio donde podían comer, sino también sentirse seguros y escuchados, un lugar al que pertenecer.

Durante los primeros diez años, la abuelita corrió con todos los gastos de la alimentación de los menores.


Cuando sus actividades se expandieron, comenzó a recibir apoyo de voluntarios y donantes.

En 2015 creó una organización sin ánimo de lucro que ayuda a jóvenes que han delinquido a prepararse para vivir solos y reintegrarse a la sociedad a través de actividades como sesiones de estudio dirigidas por universitarios voluntarios.

Gracias a Nakamoto, muchos chicos han podido enderezar sus vidas. Una oportunidad que no tuvo una reclusa que, al enterarse de lo que hacía por la radio, le escribió una carta en la que decía: “Ojalá te hubiera conocido cuando era niña”.

Pese a su avanzada edad, la abuelita no piensa parar. “Tengo la intención de continuar hasta que muera para que los niños no pierdan un lugar al que pertenecer”, dice. (International Press)


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