Taro Yamada fue miembro de la policía de una prefectura del oeste de Japón durante más de diez años a principios de siglo.
En declaraciones a Mainichi Shimbun, el hombre revela cómo la discriminación contra los extranjeros no es un acto aislado de policías racistas, sino una práctica común alentada por los altos mandos.
La policía en Japón está facultada a interceptar a cualquier persona en la calle e interrogarla si considera que su conducta es sospechosa y que podría haber cometido (o estar a punto de cometer) un delito.
En el caso de los extranjeros, sin embargo, había órdenes explícitas para interrogar a los extranjeros (sospechosos o no) por el mero hecho de serlo y revisar sus tarjetas de residencia, dice el hombre.
Incluso había un mes de “represión contra los extranjeros” que exigía de los agentes un esfuerzo mayor. Además de chequear sus documentos, también se ponía énfasis en que tenían que buscar drogas, cuchillos o cualquier otra cosa ilegal.
Como después de un mes de reforzar las medidas contra los extranjeros atrapaban a más personas con la visa vencida, el expolicía creía que la ofensiva antiextranjera era positiva.
Después se dio cuenta de que ir a la “caza” de extranjeros era una violación de los derechos humanos.
Taro Yamada (un seudónimo) recuerda que su superior inmediato decía cosas como: “Las personas con raíces negras, del sudeste asiático, etc., estudian formas de matar gente. ¡Así que usa tu revólver si es necesario! No tienes idea de lo que van a hacer”.
También le decían que tuviera cuidado al patrullar zonas donde vivían muchas personas de origen coreano.
Había un clima de animadversión muy extendido contra los extranjeros. Los policías se referían a ellos como “aitsura” y “yatsura”, palabras despectivas que -explica Mainichi- se pueden traducir como “esa gente”.
En una ocasión, el jefe de policía de la prefectura ordenó a los agentes que realizaran un ejercicio de entrenamiento de arresto a un brasileño armado con una palanca. Específicamente, un brasileño. ¿Por qué? Porque había muchos en la zona.
Es muy fuerte, dice Yamada, la percepción entre los policías de que los extranjeros probablemente son delincuentes. Eso pasaba en sus tiempos y dice que sigue pasando.
Y no todos los extranjeros son iguales. Para la policía no es lo mismo un extranjero blanco que uno de piel oscura.
Cuando un policía piensa en un extranjero como probable delincuente, en su cabeza no aparece un caucásico.
“Los policías suponen que las personas de piel clara son turistas o tienen una pareja japonesa, pero con las personas de piel oscura tienden a asumir que son ilegales”, dice.
Cuando estaba en la policía, Yamada era una persona joven que no cuestionaba nada que proviniera de sus superiores. Se creía a pie juntillas todo lo que le decían. “Simplemente lo absorbía sin pensar”, afirma.
Después de dejar la policía abrió los ojos.
La policía está para defender a la gente, y cuán doloroso debe ser para los extranjeros ser discriminados por aquellos que se supone que tienen que protegerlos, reflexiona.
Darse cuenta de eso “fue tremendamente triste y probablemente yo fui parte de esa discriminación”, admite.
Si Yamada alza la voz es porque quiere que la policía cambie.
En primer lugar, remarca, la policía tiene que admitir que tiene un problema de discriminación racial.
Cambiar eso implica educar de manera exhaustiva a los agentes. Estos, dice, deben ser capacitados para que tomen conciencia de que algunas de sus acciones contra los extranjeros pueden considerarse como violaciones de los derechos humanos.
Y a los extranjeros que son detenidos en la calle para ser interrogados sin ningún fundamento (solo por su apariencia), recomienda no callarse, sino denunciar la injusticia.
Si las denuncias por discriminación racial aumentan, “la policía no podrá ignorarlas y se verá obligada a lidiar con el problema”, dice.
Yamada también aconseja a los extranjeros no agachar la cabeza ante la policía. Si los detienen, graben todo. O, luego, apunten la hora y el lugar, todos los datos posibles, para denunciar el interrogotorio.
Si el policía te para, tú pregunta: “¿Soy sospechoso de algo?”. Si te responde: “Eres extranjero” o “Tu peinado (hay agentes que creen que las personas con rastas tienden a poseer drogas)”, significa entonces que no tiene ninguna base para detenerte y puedes denunciar la violación de tus derechos. (International Press)
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