Makoto Asai es dueño de un izakaya en la ciudad de Suzu, prefectura de Ishikawa, que funciona desde hace 48 años.
Tuvo que cerrar por el terremoto del 1 de enero y lo reabrió el sábado pasado, casi un mes después.
Aún no cuenta con agua, así que usa platos desechables.
La reapertura tiene una significativa fuerza simbólica. El restaurante es ahora más que un simple lugar para comer y beber; se ha convertido en una señal del resurgimiento de la ciudad y un espacio de distensión para sus habitantes.
“Quiero que la gente se olvide de sus problemas mientras está aquí. Quiero que simplemente disfruten bebiendo. Eso también es bueno para nosotros. Si no escuchamos las risas de los clientes, nos deprimimos”, declara Asai a la NHK.
“Quiero dar esperanza”, enfatiza.
Hay damnificados que se están mudando a refugios, mejor equipados, fuera de Suzu y no saben si retornarán a su ciudad.
“Espero animarlos a regresar, aunque sea un poco, haciéndoles saber que al menos los restaurantes están abiertos como siempre”, dice en alusión a ellos.
Un cliente habitual del lugar, Makoto Tadagawa, ahora vive en casa de un pariente luego de que el tsunami dañara la suya.
“Me siento aliviado y relajado aquí”, declara. “Debo disfrutar el momento mientras esté aquí”, añade en declaraciones a la NHK.
El izakaya también lo motiva a creer en el futuro.
Un efecto parecido ejerce en el matrimonio formado por Minoru y Miyuki Yachi, que tenían un restaurante de sushi que no han podido reabrir tras el sismo.
El ejemplo del izakaya los inspira a creer que ellos también podrían echar a andar nuevamente su negocio, aunque fuera parcialmente. (International Press)
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