El 1 de enero, un aprendiz indonesio que vive en la prefectura de Ishikawa estaba jugando un videojuego con unos compatriotas en el dormitorio que le ha asignado la empresa, cuando la tierra comenzó a temblar.
Varios objetos, entre ellos el televisor, se cayeron.
“Nunca antes había sentido un terremoto tan grande”, dice a Asahi Shimbun.
Tras la emisión de una alerta de tsunami, los indonesios huyeron a una escuela de primaria en un terreno situado a mayor altura y luego estuvieron una semana en otro colegio utilizado como refugio.
En el lugar sufrieron el mismo problema que muchos extranjeros damnificados por el sismo: la barrera del idioma.
Nadie hablaba indonesio y los aprendices tenían dificultades para explicar lo que necesitaban y su situación en general, así como para entender la información sobre el suministro de ayuda.
El indonesio de 22 años trabajaba en un barco de pesca de calamar que pertenece al puerto de Ogi y llegó a Japón en 2022 para mantener a su familia después de la muerte de su padre.
Con el dinero que manda se alimenta su familia y su hermana puede estudiar en el colegio.
No ha podido retomar su trabajo de pesca (y no sabe si podrá hacerlo), llenando de incertidumbre su sueño de tener su negocio propio.
Los extranjeros como él son indispensables en el puerto de Ogi, uno de los tres principales puertos de calamar en Japón.
“No podemos operar los barcos sin los aprendices. Espero que el terremoto no les impida venir aquí”, dice un miembro de alto rango de la asociación de cooperativas pesqueras de la prefectura.
18.302 ciudadanos extranjeros viven en la prefectura de Ishikawa, entre ellos 4.637 pasantes, según datos de junio pasado.
Muchas de las empresas que emplean a extranjeros pertenecen a las industrias manufacturera y pesquera, que sufren escasez de mano de obra. (International Press)