El terremoto del 1 de enero redujo a escombros la casa en la ciudad de Suzu, prefectura de Ishikawa, de la pareja formada por los esposos Noriaki Yachi (79) y Etsuko Yachi (76).
Ambos estaban en el primer piso de su casa de madera de dos pisos cuando la tierra comenzó a temblar.
Él estaba en el baño y logró escapar a través de la ventana cuando su vivienda se derrumbó. Ella quedó atrapada entre las ruinas.
“Mi esposa podría estar muerta. Voy a estar solo”, declara un apesadumbrado Noriaki a Mainichi Shimbun, tres días después de la tragedia.
La tasa de supervivencia cae de manera considerable 72 horas después del desastre.
Con las carreteras cortadas y sin maquinaria pesada, las posibilidades de encontrarla con vida disminuyen.
El día del terremoto, bomberos y miembros de las Fuerzas de Autodefensa de Japón llegaron a la casa de los Yachi. Le dijeron a Noriaki que no podían rescatar a su cónyuge sin maquinaria pesada y se fueron a otro sitio.
En la mañana del 4 de enero, unos diez policías de la prefectura de Aichi visitaron la casa e intentaron llegar a Etsuko a través de una ventana del segundo piso, pero aproximadamente una hora y media después suspendieron la operación.
No podían seguir adelante por la falta de maquinaria pesada.
“Nuevamente no pudieron salvarla. Es lo mismo una y otra vez”, dice Noriaki.
La pareja lleva casada 50 años. Él tuvo una granja lechera y ella fue empleada municipal.
Noriaki, que duerme en un garaje contiguo a su casa, conserva buenos recuerdos de un viaje que realizaron en 2022 al lago Toya en Hokkaido por invitación de un sobrino.
“Si mi esposa está muerta, al menos quiero sacar su cuerpo. Quería morir primero y que mi esposa me despidiera”, declara.
“Es duro. La hice pasar por muchos problemas”, concluye entre lágrimas. (International Press)