Yasuhiro Kano, un hombre de 50 años que reside en la ciudad de Suzu, prefectura de Ishikawa, estaba en su casa con su madre cuando la tierra comenzó a temblar.
Al principio creyó que era un temblor habitual, pero de pronto vio que pedazos de su casa comenzaron a caer. Su madre, de 79 años, estaba en otra habitación.
“¡Sal!”, le gritó.
La anciana pudo salir a tiempo para no quedar atrapada entre los escombros.
El techo cayó sobre la sala donde estaba él, recuerda en declaraciones a Asahi Shimbun. Su vivienda quedó destruida.
Luego sonaron las alarmas de tsunami en toda la ciudad y Kano y su madre caminaron 15 minutos hasta una escuela abandonada en un terreno más alto.
El techo estaba roto, pero el sitio les sirvió como refugio. Armaron una tienda de campaña, encendieron una hoguera y así pasaron la noche.
El día 2 la familia Kano se trasladó a otra escuela, su nuevo refugio.
Poco a poco se están quedando sin comida, dice el hombre.
“Mi casa se ha derrumbado por completo. No sé qué pasará ahora. Ni siquiera sé cuánto tiempo llevará recuperarme. No tengo más que ansiedad”, añade.
A los daños causados por el terremoto, se suman los del tsunami, que invadió la ciudad dejando algas en las carreteras y olor a agua de mar en el aire. (International Press)
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