El gobierno japonés ha decidido otorgar -como medida única- una residencia especial a decenas de familias extranjeras con hijos que nacieron, crecieron y se educaron en Japón y que permanecían de manera ilegal en el país.
Uno de los beneficiarios es un adolescente cuyos padres son oriundos del sur de Asia.
Cuando su madre le escribió por LINE para avisarle, el chico se puso eufórico, relata a Asahi Shimbun.
Lo primero que pensó fue que por fin podría trabajar a tiempo parcial y viajar por Japón, uno de sus anhelos.
Los extranjeros como él, en situación de “libertad provisional”, no pueden trabajar ni salir de la prefectura donde viven sin la autorización de la Agencia de Servicios de Inmigración de Japón.
El chico cuenta que cuando sus amigos japoneses en la escuela planeaban un viaje fuera de su prefectura de residencia, él se apuntaba, pero al final cancelaba alegando que había surgido un contratiempo.
No quería que sus compañeros supieran de su situación, por temor a lo que pudieran pensar de él y para no preocuparlos.
La medida excepcional no beneficia, sin embargo, a dos hermanos, un chico y una chica, ambos universitarios, cuyos padres emigraron de América del Sur hace unos 30 años y entraron a Japón de manera ilegal.
Si bien ambos nacieron y crecieron en Japón, tienen más de 18 años, motivo por el cual quedan fuera del alcance de la decisión del Ministerio de Justicia.
La hermana se alegra por los menores beneficiados, pero dice que la situación de su familia, en vez de mejorar, ha empeorado.
Hace años el padre de ambos fue recluido en un centro de detención y luego liberado para ser deportado a su país.
Los hermanos apenas hablan el español (el idioma nativo de sus papás) y no se imaginan viviendo en Sudamérica.
La familia -su madre y los dos jóvenes- reciben el apoyo de una iglesia católica y asisten a la universidad gracias a los fondos que proporciona su comunidad.
A la chica le falta poco para graduarse, pero su hermano y él “ni siquiera pueden soñar con el futuro”.
La joven sudamericana está buscando trabajo, pero perdió la esperanza de hallarlo cuando se dio cuenta de que ninguna empresa quiere contratar a una persona con libertad provisional.
Eso no significa, sin embargo, que se haya rendido. Habla públicamente sobre el caso de su familia e incluso ha hecho escuchar su voz en la Dieta.
Que los medios y la sociedad en Japón presten atención al tema puede ser el punto de partida para que las cosas cambien.
Y si bien el gobierno de Japón los ha excluido de la residencia especial, el solo hecho de que lo haya otorgado a menores quizá sea un buen augurio para el futuro. (International Press)
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