El periodista Kazuyoshi Hanada suele viajar durante 45 minutos en tren a su oficina en Tokio.
Hace poco, Hanada publicó en una revista un artículo sobre los asientos reservados para ancianos, mujeres embarazadas y personas discapacitadas en el transporte público.
En su reportaje, que resume Japan Today, Hanada alude a una reciente encuesta realizada por el Ministerio de Transporte, según la cual alrededor del 80 % de las personas cede sus asientos a menudo u ocasionalmente a usuarios que los necesitan más.
Sin embargo, el periodista, un hombre de 80 años, asegura que su experiencia como usuario le muestra una realidad diferente. Y relata una anécdota con un final que muchos de sus lectores tomarán como moraleja.
Un día, Hanada viajaba de pie en un tren. Tres jóvenes ocupaban los asientos reservados. Todos ellos, con los ojos clavados en sus teléfonos o durmiendo (o haciéndose los dormidos).
Ninguno le cedió el asiento.
Al lado de Hanada había otro anciano que se tambaleaba y se aferraba con las dos manos a los agarraderos para no caer.
Estaba muy borracho. Los jóvenes tampoco le cedieron al asiento.
De pronto el anciano ebrio hizo un ruido extraño y vomitó en grandes cantidades.
El vómito cayó sobre los tres jóvenes.
“La escena me pareció tan divertida que tuve que contenerme para no reírme a carcajadas”, relata el periodista.
Hanada temió que los “damnificados” atacaran o insultaran al pasajero ebrio. Felizmente no pasó nada de eso. Simplemente se pusieron de pie y se bajaron en la siguiente estación. (International Press)
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