El japonés Fuminori Tsuchiko ha encontrado la misión en la vida a los 75 años y en Ucrania. Allá es un voluntario que ha iniciado un proyecto para dar comida gratuita a los residentes de Kharkiv, la ciudad que hace pocos meses atrás era bombardeada por las tropas rusas que invadieron el país.
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Durante unos seis meses Fuminori se apiñó junto a centenares de personas en el metro de la ciudad para no ser alcanzados por las bombas. Fue allí que comenzó su labor solidaria ayudando a buscar y preparar comida para los refugiados en esa estación.
La contraofensiva de las Fuerzas Armadas Ucranianas logró alejar los feroces ataques rusos sobre el pueblo, pero no la guerra.
El japonés decidió usar su dinero y el apoyo económico de buenas personas desde Japón para alquilar un local en el barrio de Saltivka, cerca de la estación de metro Heroiv Pratsi, al que bautizó como «Fumi Caffe». Allí, cada día se preparan y distribuyen 600 raciones de comida que se entregan gratuitamente a quienes lo solicitan.
El menú ofrece, según el día y lo que se haya conseguido, borscht, que es una sopa local con carne, encurtidos, pasteles de papa y ensaladas con algún tipo de guarnición, además de té y compotas con algún tipo de fruta.
Entre los beneficiados hay familias con niños, pero también muchos jubilados y ancianos que cada día hacen cola con una vasija en la mano para recibir una ración a la hora del almuerzo. Muchos otros comen en el lugar.
En la entrada del local, decorado con los colores azul y amarillo de Ucrania y una bandera japonesa en la puerta, los recibe siempre un sonriente Fuminori-san. No habla ucraniano, «solo unas dos o tres palabras», y apenas mastica el inglés, pero se hace entender.
El hombre nació en Tokio. Ha contado al Pravda ucraniano que en Japón dirigió su propia empresa, que se jubiló a los «sesenta y tantos años» y que siguiendo los rastros de nazismo, tema al que se dedicó a investigar, llegó a Kiev en la víspera de la invasión rusa, en febrero del 2022.
Fuminori salió hacia Polonia, como lo hicieron miles de ucranianos, pero poco después del 24 de febrero volvió a Ucrania.
«En marzo, fui a Kiev -recordó- En la Plaza de la Independencia escuché que muchas personas se escondían en el metro de Kharkiv, así que decidí venir y ayudar», narró Fumi, como ya se hace llamar por la gente que se acerca a él.
Cuando llegó a Kharkiv en mayo, el frente de batalla estaba a solo unos 15 kilómetros de la ciudad. Los rusos bombardearon constantemente la ciudad y todo era un caos. ¿No sintió miedo a morir?, le preguntaron.
“Ya tengo 75 años, así que no importa cuando voy a morir. Creí que todo estaría bien, así que no tuve miedo”, recordó Fumi. Así conoció a Natalia Graham, con quien empezó a echar a andar el proyecto.
«Fumi eligió Kharkiv porque pensó que éste era el lugar más difícil en ese momento. Se acercó a nosotros y ofreció su ayuda. Preguntó qué necesitábamos y empezamos a trabajar», declaró la mujer.
Cuando dormía junto al resto de gente en el metro, Fumi se cruzó con Yana Evdokimova, quien se convirtió en la primera cocinera del café. Desde allí empezaron a llevar cada tarde comida que repartían entre las personas que estaban en la estación de tren.
«Un día, Fumi dijo que la gente debería desayunar algo por la mañana, sobre todo los niños», contó Yana, «Fue así que los chicos empezaron a subir. «Esperábamos a los niños con yogur, chocolates y galletas que poníamos sobre un mostrador».
En noviembre, después de seis meses en el metro, Fumi volvió a Japón y retornó justo el 24 de diciembre, el día de Navidad. Muchos recuerdan ese día porque el japonés organizó inmediatamente una fiesta navideña para quienes aún se quedaban en el metro.
En febrero de esta año, Fumi empezó a recibir más apoyo, en mayor parte desde Japón. No es ayuda de grandes empresas o instituciones, sino de ciudadanos sensibilizados con el drama de la guerra en Ucrania y con el esfuerzo de Fumi y sus colaboradores. Ese mes se empezó a repartir leche leche y pan en otras zonas de la ciudad llegando a 1.000 raciones por día.
«Mucha gente viene al café necesita ayuda. No tengo que volver a Japón para ayudarlos. Estaré aquí hasta que muera», afirmó Fumi.
La fama de Fumi Caffe se ha extendido rápidamente por la ciudad y lugares aledaños. Se atiende a gente sin recursos, pero también llegan comensales que están dispuestos a pagar para comer allí. Se acepta el pago como donación que se deposita en una caja.
También aparecen personas trayendo donaciones de comida e insumos para apoyar la preparación de la comida. Incluso, hace unos días llegó al café Oleg Sinegubov, el jefe de la Administración Militar Regional de Kharkiv, para entregar «un congelador y muchos productos» para la cocina.
Fuminori ha decidido su futuro. Ha vendido su casa en Japón y actualmente vive en un apartamento rentado en Saltivka, cerca al café. Su esposa murió hace 15 años y aunque le quedan dos hijas, ya mayores, no piensa volver a su patria.
«Mucha gente viene al café necesita ayuda. No tengo que volver a Japón para ayudarlos. Estaré aquí hasta que muera», afirmó Fumi.
Para el futuro cercano se ha trazado el objetivo de abrir otros Fumi Caffe en otros dos barrios de Kharkiv. «Habrá comida gratis en todas partes para que todos puedan comer», aseguró el japonés. (RI/AG/)