Sus hijos, ya grandes, han abandonado el nido. En casa solo quedan su esposo y ella, una mujer en la cincuentena que hace arubaito.
Sin los hijos, está harta de envejecer con su cónyuge, un hombre que -confiesa en una carta que dirige a Yomiuri Shimbun- nunca la ha respetado ni valorado su trabajo en casa, como si las tareas domésticas fueran fáciles o nimias.
La mujer de mediana edad cuenta que debido a su trabajo su esposo se ausenta a menudo de casa por viajes de negocios.
Así también era cuando sus hijos estaban pequeños. Ella los cuidaba y se encargaba de las tareas domésticas.
“Estaba tan cansada que a veces me dormía, pero mi esposo, cuando llegaba a casa, me pateaba para despertarme”, revela.
Su esposo ha ganado un ascenso laboral y ella sienta que la menosprecia. Cuando regresa de un viaje al extranjero, se jacta de lo rico que ha comido, en contraste con lo que ella cocina en casa y que a juicio de él es muy simple.
La mujer no espera gran cosa de su esposo, tan solo una muestra de gratitud.
“Ahora es un poco tarde, pero todo lo que quiero es que (él) diga: ‘Gracias por todo lo que haces”.
Masami Ohinata, presidenta de una universidad en Japón, le contesta vía Yomiuri.
“Los esposos que no respetan a sus esposas, que lidian con las tareas del hogar y el cuidado de los niños, no son raros en los matrimonios japoneses”, dice.
Ohinata sugiere que la mujer hable con su pareja y le exprese abiertamente cómo se siente y que desea que él aprecie su labor.
Ahora bien, si el esposo es el tipo de persona que patea a su cónyuge para despertarla, quizá ni siquiera le haga caso cuando ella plantee la posibilidad de tener una conversación seria, escribe Ohinata.
En ese escenario, es posible que la mujer “deba repensar su futuro”.
Vivir con alguien que no te respeta, dice la académica, equivale a ser tratada como objeto o a que anulen tu existencia.
En cualquier caso, la mujer tiene que confrontar a su esposo, concluye. Ya es hora. (International Press)
