La Iglesia de la Unificación en Japón actúa “claramente en contra de la moralidad pública”.
Quien lo dice conoce bien a la organización religiosa, pues fue parte de ella durante alrededor de 20 años.
En declaraciones a Kyodo, Masaue Sakurai, exsubdirector del departamento de educación familiar de la Iglesia, denunció que muchos de sus seguidores quebraron debido a las donaciones que realizaban.
La Iglesia ha atraído la atención de los medios japoneses tras el asesinato del ex primer ministro de Japón, Shinzo Abe. El hombre que lo mató es hijo de una mujer que se arruinó después de donar alrededor de cien millones de yenes (713 mil dólares) a la organización religiosa.
Fundada en 1954 en Corea del Sur, los problemas con la Iglesia en Japón comenzaron en la década de 1980 con las denominadas “ventas espirituales”: objetos, como jarrones, eran vendidos a sus seguidores a precios exorbitantes mediante la coerción, el miedo al “infierno”, la “salvación” del alma de los parientes muertos, etc.
El padre de Sakurai fue presidente de la Iglesia de la Unificación en Japón, mientras que su madre se afilió a la organización incluso antes de que se estableciera en territorio japonés.
Sakurai revela que algunos seguidores llegaron al extremo de donar el dinero que sus hijos habían ahorrado haciendo arubaito (trabajo a medio tiempo) para pagar sus estudios universitarios.
Muchas familias se endeudaron o se arruinaron debido a las cuotas de donación que les imponía la Iglesia.
El hombre dijo que se sentía incómodo dentro de ella, pero que no podía hablar para no aparentar que no tenía fe.
Sin embargo, Sakurai fue despedido en 2017 cuando expresó su oposición a las políticas de la organización.
El exdirectivo de la Iglesia sostiene que esta debe admitir que tiene problemas y llevar a cabo una reforma interna. (International Press)