Ni la poderosa yakuza puede con el coronavirus. Las restricciones también afectan a los miembros del crimen organizado.
Los integrantes de la mafia han minimizado sus contactos. Las reuniones se limitan exclusivamente a los jefes de las bandas, revela Japan Today, que toma como fuente a la revista Shukan Jitsuwa.
Los yakuza tienen prohibido comer juntos y mantener conversaciones largas mientras viajan en coches. Deben evitar las salidas innecesarias.
Solo acuden a trabajar a aquellos que tienen el encargo de administrar las oficinas.
A fines del año pasado, un grupo yakuza realizó su tradicional ceremonia de mochi con la asistencia del jefe. Todos los participantes fueron obligados a someterse a una prueba de PCR y todas las superficies se desinfectaron con alcohol.
Los cierres y recortes de horarios de bares y restaurantes, fuentes de ingresos de la yakuza, la han afectado seriamente. A ello hay que sumarle que los rígidos controles fronterizos, obstáculos para los viajes, han perjudicado las operaciones comerciales de la mafia japonesa en el extranjero.
Hay actividades, sin embargo, que la yakuza no deja de lado ni en pandemia.
El pasado 4 de febrero, un grupo de mafiosos fue al cementerio a visitar la tumba de Kenichi Yamamoto, fundador de Yama-ken Gumi, una filial de Yamaguchi Gumi (la mayor organización criminal de Japón).
Se cumplían 40 años de su fallecimiento y los yakuza fueron por separado y en horarios preestablecidos a postrarse ante la tumba de Yamamoto y dejarle comida y bebidas, mientras un grupo de policías, con chalecos antibalas, los observaba a cierta distancia. (International Press)
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