Santosh, un nepalés de 28 años, está “atrapado” en su país desde 2020. Tiene una oferta de trabajo en Japón, pero las fuertes restricciones fronterizas impuestas por el país asiático para contener el coronavirus le impiden ingresar a su territorio.
El joven habla japonés y tiene un título en negocios de Japón. Solo le queda seguir esperando. ¿Renunciar a Japón? No. En declaraciones a AFP explica por qué: “Si cancelo mis planes de trabajar en Japón, entonces mis seis años de estudios habrán sido en vano”.
Yanita Antoko, una indonesia de 30 años, también está “atrapada en su país”. Lleva esperando más de un año que Japón le permita el ingreso. Yanita tiene sus papeles en regla y en Japón trabaja su esposo como ingeniero.
La mujer está enfadada con las autoridades japonesas. “Cuando te casas, por supuesto que quieres tener hijos. Esa es la razón principal por la que queremos vivir juntos”, dice.
Leeloo Bos, una estudiante francesa de 21 años, asiste a clases en línea de idioma japonés que culminan a las 4 de la mañana por la diferencia horaria. “Es una pesadilla”, asegura.
Ella también espera que el gobierno nipón le permita la entrada no solo para participar en clases presenciales, sino también para reunirse con su prometido en Japón.
La joven dice que la separación la hace sentir vacía, “como si me hubieran quitado la mitad del alma”.
Santosh, Yanita y Leeloo son tres de los más de 370 mil extranjeros que viven en un limbo, a la espera de que Japón les permita entrar.
El gobierno nipón no admite el ingreso de extranjeros no residentes.
Los rígidos controles fronterizos no solo perjudican a los extranjeros, sino al mismo Japón, como advierte Michael Mroczek, presidente del Consejo Empresarial Europeo en el país asiático, pues pierde el aporte y la experiencia de extranjeros calificados.
La variante ómicron está ampliamente extendida en Japón, batiendo cifras récord de contagios. En ese escenario, Mroczek considera que el veto “parece hasta cierto punto irracional, parece ser casi xenofobia”.
La prohibición también es criticada por la comunidad empresarial de Japón. La mayor organización empresarial del país considera que las restricciones no tienen sentido y las comparan con el periodo de autoaislamiento que vivió Japón entre los siglos XVII y XIX.
No solo la prohibición irrita y frustra a los cientos de miles de extranjeros que están en el limbo (incluyendo a casi 150 mil estudiantes), sino también la incertidumbre.
Los extranjeros quieren saber al menos cuándo podrán entrar a Japón. Ante la cerrazón de las autoridades japonesas, muchos estudiantes están buscando alternativas, como Corea del Sur, advierte AFP. (International Press)
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