Tamotsu Nishihata, un hombre de 85 años que reside en la prefectura de Nara, abandonó la escuela en segundo grado de primaria. Era víctima de ijime (maltrato). Sin estudios, desde muy pequeño comenzó a trabajar. Ayudó en el negocio de carbón de su familia, pero a los 12 años se independizó laboralmente para trabajar por su cuenta.
Halló empleo en un restaurante, pero tenía miedo de contestar el teléfono porque no sabía escribir. Como chico analfabeto, no podía tomar nota de los pedidos de los clientes y el personal del restaurante le gritaba.
Tamotsu se sentía tan miserable, recuerda en una entrevista con Asahi que renunció al trabajo.
De un empleo a otro, sin estabilidad laboral, la vida de Tamotsu dio un vuelco cuando, siendo ya un treintañero, encontró trabajo en un restaurante de sushi, donde comprendieron su situación y le ofrecieron apoyo. Fue su último destino laboral: trabajó ahí hasta que se jubiló a los 64 años.
Lo más importante de esa etapa de su vida no fue, sin embargo, el trabajo, sino el amor, encarnado en una joven llamada Kyoko, de quien se enamoró a primera vista.
Tamotsu y Kyoko se casaron sin que ella supiera del analfabetismo de su pareja. Cuando llegaron a un hotel en su viaje de luna de miel, Tamotsu le dijo a su cónyuge que tenía que ir al baño para no delatar su agrafía en el momento del registro.
El hombre tenía miedo de que su esposa descubriera su analfabetismo. No obstante, tarde o temprano, ella se enteraría. Lo supo seis meses después de casarse.
Tamotsu creía que Kyoko le iba a pedir el divorcio, pero ella, comprensiva y empática, le dijo: «Debe haber sido difícil para ti. Te ayudaré». Conmovido, lloró de alegría.
Desde entonces, Kyoko lo acompañaba a oficinas públicas, bancos y hospitales, y escribía por él en documentos.
Felizmente casado y con un buen trabajo, Tamotsu aún tenía un reto pendiente. Por eso, cuando se jubiló en 2000, comenzó a tomar clases nocturnas, cinco días a la semana, en una escuela municipal para aprender a leer y escribir.
El hombre se fijó el objetivo de expresarle su gratitud a Kyoko por escrito. Su anhelo se hizo realidad en la Navidad de 2007, cuando Tamotsu le entregó a su esposa una carta de amor de siete páginas.
«Estoy aquí por tu apoyo», fue una de las frases que le dedicó. La carta emocionó hasta las lágrimas a Kyoko.
En 2014 Tamotsu sufrió un duro golpe cuando su esposa murió. Sin embargo, siguió estudiando y el año pasado se graduó. Ahora le encanta escribir.
Anciano, jubilado y viudo, la vida no parecía tener más cosas que ofrecerle, pero un día el narrador de historias de rakugo (monólogos de corte humorístico), Shofukutei Teppei, se contactó con él.
¿Qué buscaba? Enterado de su historia de amor con Kyoko y conmovido por la relación tan profunda que tuvieron, Teppei quería convertirla en una historia de rakugo de no ficción. Y así lo hizo.
Tokio, en octubre, y Osaka, en noviembre, conocerán la historia de Tamotsu y Kyoko por boca de Teppei.
Tamotsu confiesa a Asahi que ni en sus sueños más locos imaginó que su vida se convertiría en materia prima de rakugo. Más allá de la emoción, el octogenario espera que la obra contribuya a que el público conozca mejor las dificultades que enfrentan las personas analfabetas. (International Press)
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