Alrededor de 100 mil extranjeros con estatus de residencia en Japón no han podido retornar al país asiático desde que este decidió cerrar sus fronteras para contener la propagación del coronavirus. Actualmente, Japón veta el ingreso a ciudadanos de 146 países y territorios.
Uno de los 100 mil perjudicados es el estadounidense Jeff Mazziotta, director de una organización sin fines de lucro para la conservación de la vida silvestre y profesor de inglés, que dejó Japón en marzo para ir a Sudáfrica para entrenar a unos guardaparques en medicina de emergencia durante un mes.
Mazziotta sigue varado en el extranjero. Ha intentado volver a Japón, pero hasta ahora no se lo han permitido. En entrevista concedida a Asahi Shimbun, revela que está atravesando por una difícil situación económica.
Con poco efectivo y sin acceso a su cuenta bancaria en Japón, depende de la ayuda que le presta un amigo. «¿Cómo me voy a recuperar de cuatro meses de sueldo perdido y las facturas que se han ido acumulando?», se pregunta. En Tokio vive en un apato cuyo alquiler no está pudiendo pagar.
Mazziotta dice que los residentes extranjeros que se sienten abandonados están «cuestionando el tiempo y la energía que dedicaron a construir una vida en Japón».
Las restricciones impuestas por el gobierno de Japón han sido objeto de críticas y protestas de residentes y compañías extranjeras. Algunas empresas podrían reconsiderar el futuro de sus lazos con Japón: ¿seguirán operando en el país asiático?
El asunto cobra mayor relevancia considerando que Japón se ha estado promocionando como un destino para atraer capital y talento extranjero.
¿Cuál es la posición oficial del gobierno de Japón?
Que las restricciones a los residentes extranjeros son necesarias para proteger al país del coronavirus y evitar un desborde en los aeropuertos, cuya capacidad de realizar pruebas de descarte de coronavirus es limitada.
Además, anunció que flexibilizará las restricciones para permitir el reingreso, poco a poco, de los residentes extranjeros, según Asahi. Sin embargo, la medida no aplicaría para todos. Alrededor de 17 mil no podrían retornar al país.
Aunque Japón modifique sus políticas, el daño ya está hecho: familias divididas, carreras perjudicadas, estudiantes sin clases, deudas por impuestos y alquileres de viviendas en Japón que los varados tienen que seguir pagando, etc.
El problema, además, tiene otra cara; no solo afecta a los residentes extranjeros varados fuera de Japón, sino también a los que están en el país. Ante la posibilidad de que las autoridades no les permitan retornar a Japón si salen de viaje, muchos enfrentan grandes dilemas, conscientes de que abandonar Japón para visitar a un padre enfermo, acudir al funeral de un pariente o reecontrarse con un cónyuge o hijo entraña el riesgo de que les impidan reingresar a Japón.
Julie Sergent, consultora en la industria hotelera, intentó tres veces salir de Japón para visitar a su familia después de la muerte de su padre. La última vez, le dijeron que su solicitud no calificaba para autorizar su reingreso a Japón y le preguntaron por qué tendría que reunirse con su familia cuando había pasado tanto tiempo desde el funeral de su padre.
“Yo promuevo a Japón, quiero que al país le vaya bien”, dice. Pero, «si esta situación se prolonga demasiado tiempo, podría tomar la decisión de abandonar Japón y mudarme a un país donde tenga más derechos». (International Press)
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