La historia de una japonesa, empleada a tiempo parcial en Tokio, ha revelado que hay personas que están dispuestas a ocultar incluso una infección por coronavirus para seguir trabajando y no perder sus ingresos. Si no trabajan no ganan.
El diario Mainichi, ha contado la historia de una mujer de 61 años que labora a medio tiempo en dos farmacias de la capital. Aunque en marzo se sintió mal, por miedo a perder el trabajo, estaba decidida a no revelar su estado a su empleador.
Temía que además de quedarse sin ingresos su centro de trabajo fuera cerrado por un tiempo.
“Debe haber mucha gente como yo. Mientras el gobierno no brinde ayuda en efectivo para todos, una declaración en emergencia no tiene sentido”, dijo la mujer.
En los días que se sintió mal, largas colas se formaron en la puerta de la farmacia donde trabajaba. Los clientes se molestaban con ella y sus compañeros por los productos que se agotaban y los acusaban incluso de esconderlos.
A pesar de que en la puerta del negocio había un letrero que decía que cada cliente podía llevar solo una unidad de determinado producto, algunos clientes volvían a hacer cola repetidamente para comprar otra vez.
Entre tanto, la mujer tuvo fiebre leve y tos durante unos cuatro días. Aunque por su mente pasó que podía estar infectada, siguió trabajando sin informar nada a su jefe. Para su suerte, y de los demás, ella se recuperó. Posiblemente tuvo un resfriado leve.
Sin embargo, no ha podido resistir las presiones de un público desesperado que acudía a la farmacia donde laboraba. Por más que pedía comprensión a quienes hacían cola varias veces o le increpaban por los productos en escasez, no tuvo buena respuesta y hubo quejas del público contra ella. Su empleador le propuso pasar a otra farmacia de su red.
Ahora le dan menos horas y este mes calcula ganar unos 100.000 yenes. Da clases de baile para niños entre semana, pero los chicos han comenzado a retirarse por temor a la infección. Ahora se preocupa cómo podrá cubrir los 160.000 yenes que necesita para el alquiler de su casa, su estudio de baile y los gastos diarios.
La ansiedad continúa y la asistencia prometida por el primer ministro, Shinzo Abe, no tiene cuándo definirse. (International Press)
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